lunes, 16 de abril de 2018

VII


Sencillamente no consideraba seguir con vida a estas alturas. Él sólo quería verme enloquecer, verme suplicar antes de dar el golpe final y quedarse así con la gloria. Él quería ser el héroe de esta historia. Pero lo único que lograba era alimentar mi odio día con día que pasaba.


Te arrepentirás del día en que se cruzaron nuestros caminos.


Parpadee varias veces para asegurarme de ya no estar soñando. Sus ojos hacían los mismo. El erizo estaba sobre la cama, su nariz casi rozando contra la mía y, ¡por Dios! ¡Esa molesta sonrisa!


- ¡Bue... buenos días, Shadow...!


Había sido demasiado, incluso para él.


- No tienes que ser tan violento. Bastaba con pedirlo, ¿sabes? - Sobaba su cabeza mientras se levantaba del suelo, quejoso. 


- Ya sé que tengo que acompañarte a tu estúpida ciudad. No iba a quedarme dormido. - No quería intercambiar palabra con él. Había sido muy vergonzoso.


Pero el día de hoy era una persona completamente distinta. Se mostraba en exceso impaciente e insistía como loco porque saliéramos en cuanto antes. Incluso me obligó a tomar una ducha express. ¿Tanto le molestaba mi apariencia? La nana incluso había dejado ropa limpia a mi alcance. Era un fastidio vivir aquí. Acepté el par de guantes y calcetines nuevos y opté por la chamarra verde con negro.


- ¡Gemelos! 


Azoté la puerta y volví a cambiarme.


El desayuno fue otra decepción. Ahora era él quien devoraba y yo quien lo observaba sin poder decir exactamente por qué. Me fastidiaba tan sólo pensar que pudiera ser él quien me estuviera ocultando algo a mí. ¿Qué? No lo sé. Aunque me disgustara la idea, era bueno que no quisiera separarse de mí porque yo tampoco lo quería así.


No se dijo nada hasta que finalmente salimos de esa casa.


Descendimos por una enorme colina. Estábamos en medio de la nada. Detrás de nosotros, no había más que bosque. Al frente, la gran ciudad en la lejanía. Nos detuvimos frente a la parada de autobuses.


- Vamos, vamos... - Pasaban los minutos y no dejaba de bailar en su lugar, impaciente. - No puedo creer que no sonara la alarma. De todos los días, hoy...


- Así que en realidad no es mi culpa que estés actuando tan molesto. - También comenzaba a impacientarme. - No lo entiendo, ¿cuál es la prisa? Ni siquiera ha salido el sol.


- Lo siento, es sólo que tengo quince minutos para llegar al colegio. Necesito pedir un gran favor y si soy impuntual, dudo que me apoyen con ello.


- ¿De verdad? ¿Todo este show se debe a algo tan estúpido? - Incrédulo en un principio, añadí con una sonrisa burlona. - Eso explica el atuendo tan ridículo. ¿Juegas a la escuelita y no quieres que diga que eres un mocoso?


- Oh, claro, se me olvida que tú asistes a la Universidad de la Vida. - Continuaba viendo al frente.


Pasó todavía más tiempo. Nada.


- No entiendo por qué tienes que ir. Quiero decir, si de verdad te enseñaran algo, sabrías que no llegaríamos a tiempo incluso si el bus llegara justo ahora.


- ¡Ya lo sé, ya lo sé...! Si tan sólo pudiera ir corriendo...


Dejé salir una gran exhalación.


- Sí de eso se trata, vamos. - Me adelanté un par de pasos. 

- ¡Espera espera! ¡A dónde vas!

- ¿A dónde más crees que voy? - Me eché a andar sin esperar respuesta suya. - Ya averiguaré dónde queda tu estúpido colegio.


La pendiente de la colina era en verdad peligrosa. En fin, la decisión que tomara él no era responsabilidad mía, ¿pero por qué tenía que estar tan lejos? Aunque no tenía manera de saber la hora, estaba seguro de que había llegado a la ciudad dentro del tiempo establecido.


Encontrar su colegio realmente fue la parte más sencilla. Se trataba de una edificación enorme, el primero que noté al llegar. ¿En verdad el erizo estudiaba en un lugar como éste? ¿Por qué tenía que ser tan colosal? Aunque en realidad no era el único en su especie en toda esta ciudad. ¿Así habrán sido los edificios alguna vez en Downhood?

- ¡Shadow! ¡Cumpliste con tu palabra! ¡Qué bien! - Para mi sorpresa, el erizo ya estaba frente a la entrada cuando yo llegué. - ¡No dejas de sorprenderme! - Pero era él quien sonreía con orgullo. Intenté disimular, pero ya lo había notado. - En verdad lo siento, hoy tendrá que ser la excepción... - Para ser alguien que lo sentía, se veía muy alegre. Subió con entusiasmo aquellos enormes escalones, despidiéndose de mí con una mano.

- ¡De qué hablas! ¡Qué demonios se supone que haga ahora mientras tú vas y juegas al estudiante! ¡Por qué me trajiste aquí entonces! 

- ¡Ten! - Y, como si lo hubiese anticipado, me lanzó un monedero en excelente condición. - Sé que no es mucho dinero, pero puedes usarlo para lo que gustes. Salgo del colegio a las 14:00 horas. Necesito verte sí o sí, con buenas noticias y todo, así que por favor sé puntual. ¡Lindo día!

Su voz y él se perdieron tras el otro lado del gran arco. Ya ni siquiera intenté protestar, sabía que cualquier cosa sería inútil. Vaya forma de abandonarme. En fin, di media vuelta y me fui.

Abrí el monedero con curiosidad y no fue en vano. ¡Por eso era tan pesada; tenía muchísimo dinero ahí dentro! Como si no bastaran los billetes, también habían demasiadas monedas. Alcé la mirada, sujetándolo contra mi pecho y mirando a los alrededores con desconfianza. La gente seguía caminando normal. Qué descuidado. Dijo que podía usarlo para todo lo que quisiera, ¿pero cómo se supone que se usa esto? Lo cerré y lo guardé en mi bolsillo. Supongo que tendré que hacerlo a la manera de la gran ciudad.

Era insoportablemente gigante. Un edificio más grande que otro. No sabía si había más gente que autos, todos yendo de un lado a otro caóticamente. Me preguntaba a dónde iban y cuál era la prisa. No pude soportarlo más y me detuve en el primer lugar de hamburguesas que se me cruzó.

Al dar el primer bocado, no pude contenerme de pedir orden tras orden. Me habían hecho sentar en una gran mesa sólo para mí y un chico esclavo no dejaba de ir y venir sólo para preguntarme si todo estaba bien. Lo tomé de la playera, comenzaba a hartarme, pero al notar todos los ojos posados sobre mí y su rostro lleno de una cobardía como jamás antes la había visto, lo solté sintiéndome por primera vez tan aludido. ¿En la escuela les enseñaban modales? Bueno, yo se los había enseñado a aquel irritante chico; no volvió a molestarme en toda la comida. 

No sabía qué demonios era una malteada, pero no me arrepentía de haberla pedido. Era tan dulce y espesa, no podía creerlo. Me perdí en mis pensamientos mientras le daba sorbos. Volvía a pensar en el erizo. Aunque era de mi completo desagrado, era mejor que pensar en otras cosas. Ahora no sólo me intrigaba en qué consistiría su ridículo plan... esa carrera a la ciudad me había dejado perplejo. ¿Cómo es posible que llegara tan rápido? ... Y pensar que había sido yo quien había olvidado el encuentro en el bosque. No pude acertar todos mis golpes. Recordaba su rostro... No, él no podía ser uno de ellos. Era tan alegre y molesto, pero molesto en otro sentido. Él no era de naturaleza violenta. Era un fastidio incluso cuando no estaba aquí.

De repente, me dio una ansiedad porque dieran las 14:00 horas y pudiera encontrarme con él.

- ¿Qué es esto? - Me pasaron un papelito con varios números y muchas cosas escritas en él.

- Es-es s-s-su cuenta, s-s-señor. - Se fue corriendo, sin siquiera explicarme qué era una cuenta. Sé lo que era, pero no solía ser yo quien la pagara.

Saqué el dinero del monedero, lo dejé sobre la mesa y me fui. Todos me miraban con una sorpresa que era inusual incluso para mí. Comenzaba a incomodarme. El chico fue el más encantado de mi partida y no dejaba de agradecerme, una y otra vez, con lágrimas en los ojos. 

No terminaba de conocer la definición de molesto.

La ciudad era un lugar muy aburrido. Ya no quería continuar vagando y el sol me estaba matando. Regresé y me senté en la banqueta, al otro lado de la calle, viendo fijamente la gran escalera por la cuál había desaparecido el erizo.


Ver todos esos coches y gente pasar frente a mí era increíblemente tedioso.


Salían los primeros estudiantes. Todos ellos eran unos zombies, unos más feos que otros. Mi pie pegaba contra el suelo repetidas veces. Algunos salían lastimeros, otros eran muy ruidosos. Me levanté impaciente y atravesé la calle sin siquiera regresar la mirada. Frené impulsivo. Finalmente lo vi salir. A su lado, una linda chica de larga cabellera rosada lo acompañaba; Frente a ellos, un gordo trajeado se acomodaba sus redondas gafas. Ambos le hablaban a éste con gran entusiasmo. De repente, sin siquiera regresarme a ver, el erizo había señalado en mi dirección. La mirada severa del gordo aquel comenzaba a irritarme. Por último, regresó a ver al erizo, asintió y desapareció nuevamente por donde había salido. Él erizo empezó a brincotear. No podía estar más impaciente y él no terminaba de despedirse de aquella chica. La tomó del rostro y le plantó una serie de besos en la frente, desmesurado. Desvié la mirada. Romeo comenzaba a enfermarme.


En algún momento, su voz volvió a ser audible y en cosa de nada, dando un gran salto, bajó la escalera, triunfante, abalanzándose sobre mí.


- ¿Qué es lo que te tomó tanto? - Gruñí mientras intentaba quitármelo de encima. No dejaba de moverse con alegría y decir mi nombre innumerables veces.

- ¡Shadow! ¡Excelentes noticias! - Pero no podía quitármelo de encima. - ¿Te gustan las aventuras?


- No.


- Oh, ups, puede que no sean tan buenas noticias entonces. En fin, ¡desde mañana podrás asistir al colegio conmigo!


- ¡Qué! - Lo tomé de los hombros, apartándolo con brusquedad. - ¡Por qué hiciste algo tan estúpido!


- Por favor, tú sabes que éste era el plan desde el comienzo. No puedes estar solo en casa sin causarme mala espina. - Sin que me percatara, había tomado su monedero de mi bolsillo, abriéndolo y mostrándome su vacío contenido. Me miraba con picardía. - ¿Lo ves?


Lo empujé y le di la espalda, cruzándome de brazos, furioso.


- ¡Ese no es mi problema!


- Lo es para mí... ¡Pero ya no! - Se acercó y puso nuevamente sus manos sobre mis hombros, tímido , mientras me meneaba con ánimo. - Vamos, yo sé que te aburriste tú solo en esta gran ciudad. Di que sí, di que sí.


Regresé a verlo con brusquedad, mis manos hechas puños, pero él continuaba sonriendo. Su táctica para apaciguar mi ira funcionaba. Dejé salir un gran suspiro y él soltó una pequeña carcajada de victoria.


Este chico era un verdadero parásito.

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*31/03/2018

- Sam

PD: ¿Alguien sabe cómo aplicar la fuente predeterminada del blog a todo el texto? :c

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