martes, 17 de junio de 2014

XVII


Éramos sólo los tres. Sin una gota de sudor, sin la más mínima señal de agotamiento, me habían alcanzado. Me dejé caer contra el suelo de rodillas, devastada. El bosque ardía en llamas, gritos desconsolados se escuchaban por doquier. Bloqueaban mi única salida. Su diversión era directamente proporcional a mi sufrimiento. ¿Quién podría imaginarse que un par de niños podrían traer tanto pánico y dolor? 

Eran inhumanos.

- Deberíamos ponerle fin a esto de una buena vez, hermana. - Aquel niño extendió su brazo, apuntándome con la palma de su mano mientras otra de esas bolas de energía se formaba.

Estaba paralizada, hundida en mi propia rabia. No tenía ya voz y no podía hacer nada más que esperar a la muerte.

Pero siempre que se acercaba el fin, llegaba aquel misterioso sujeto.

- ¡No dejaré que le hagan daño!

Con la velocidad de un rayo, interceptó a ambos demonios. Se desató una batalla titánica. No eran oponentes para él. Tenía un talento para el combate y una agilidad prodigiosa. Era un combate dos contra uno y él estaba ganando. Jamás en su rostro demostró cobardía.

Tirados en el suelo, jadeando, no paraban de reír a la par que sus cuerpos despedían una pútrida esencia. Desaparecieron.

Me arrastraba por el suelo con la poca fuerza que me quedaba. Apenas pude detenerlo de su tobillo. Él regresó a verme...

Desperté en shock, mi mano contra mi pecho, alterada. Regresé a ver a todos lados. No existía más que una calma excepcional. Me había quedado dormida en pleno camino. Había tenido la pesadilla de siempre; mi batalla perdida contra los hermanos Amunette y Abasi.

Continué mi marcha, desviando bruscamente la mirada. Tan sólo recordarlo me resultaba vergonzoso.

Era medio día cuando finalmente atravesé la tercera parte del bosque pancromático, Eternal Autumn, en las afueras de Jewel City, cuando este desagradable espíritu se cruzó en mi camino. Se trataba de un gran león de frondosa melena, pero no por ello me sentía intimidada. Al contrario, hervía mi sangre en pasión. Después de pisar el terreno de batalla que era Downhood, cualquier otro enfrentamiento tenía que ser pan comido. No podía esperar a regresar y defender mi título como campeona de las calles de Calm Lake. 

No necesito la ayuda de esos molestos espíritus para acabar con este reino del terror.

- ¡Tú! ¡Tú tienes-!

- Sí, sí, lo sé, la espada de Hamadi. - Tiré el arma al suelo, pateandola a medio centro entre él y yo, harta ya del mismo discurso de siempre. - No necesito del poder de la espada para desfigurarte la cara.

Acercó sus manos y en su rostro ya no pudo ocultar más la avaricia.

- Puede que su poder no me sirva, ¡pero me conformo con devolvérsela a Hamadi y quedarme con la recompensa!

Eché a correr cuando él lo hizo.

No era un oponente que pudiera vencer en fuerza, pero él realmente era sólo músculo. Mis golpes eran mucho más efectivos que los suyos. No tomó ni un minuto dejarlo contra el suelo.

- Así que es por eso que a ustedes las atrae tanto esta espada. - Aburrida, caminé hacia él, colocando mi pie contra su cabeza. - ¿Cuánto tiempo llevas en este mundo físico? No importa, ahora mismo me encargaré de que desaparezcas.

Admito que me sentí turbada cuando el filo de la espada sencillamente cortó a lo largo de su cuerpo. Soltó un chillido infernal, pero al poco tiempo finalmente se desintegró en energía y fue absorbido por la espada. Volvía a desprender aquel humo rojizo, como si se estuviera quemando. Temía que esta rutina de inesperadas sorpresas terminara por destruirla. ¿Qué hacer después?

- Con que así se hace... Bueno, creo que comienzo a entender cómo funciona. - Soltando un suspiro, volví a enfundar el arma. – Creo.

- Esa es una buena noticia.

Mi corazón se aceleró de golpe. Mi sangre galopeaba por mis venas y no podía dejar de temblar. Esa voz sólo podía ser de alguien. 

- ¡Shadow! 

El erizo se encontraba colgado de la rama de un árbol, sus piernas lo mantenían suspendido de cabeza. Me puse pálida de tan sólo ver aquellos ojos rojos. Me sonrió con malicia. 

- Es un gusto volver a verte, Miracle.

- ¡Qué haces aquí! 

- Sigues siendo lenta. – Se dejó caer. El movimiento que hizo al levantarse me heló la sangre. No podía mantenerme firme. No podía ordenar a mi cuerpo que dejara de retroceder. 

- ¡Tu brazo! 

- ¿Ah, esto? - Su chamarra estaba totalmente embarrada de sangre y su brazo izquierdo estaba tieso. Apenas intentó alzar su hombro, para dejar lucir la enorme herida que guardaba detrás de ese trapo desbaratado. Regresó la mirada. - Esto pasa cuando desafías al profesor Eggman. 

Llevé mi mano contra el mango de la espada.

- Ah, ah, ah, Miracle. - Dijo negando con un dedo en algo. - ¿Me ves usando armas? No sería justo. - Un paso adelante, adelantando su mano. - Dame esa espada.

- Si la quieres, ¡olvídalo! Tendrás que enfrentarme. – Me coloqué en posición de combate. Se apagó su buen humor. Su rostro resultaba fatal. 

- Como sea. - Tragué saliva. También asumió posición de combate. - De todas maneras, ya sabía que terminaría de esta manera/no te dejaría quedarte con una victoria/no creas que puedes ganarme.

Nos abalanzamos al misma instante. Sentí un puño caer contra mí, lo bloquee con ambos brazos. Dejé caer una rafaga de golpes, pero él los esquivaba sin problema.

- Excelente, Miracle. - Detuvo mi puño, alzándolo y levantándome del suelo. - ¡Con esas habilidades, podría ganarte sin ambos brazos! - Me lanzó hacia el otro lado.

Apoyé mis pies contra el tronco de un árbol y me impulsé de regreso, un segundo asalto. Ya no se mostraba tan entretenido. Volví a detener mi puño, dándome un codazo en el brazo y mandándome nuevamente al suelo de una patada en el estómago.

Tocía. Alcé la mirada y él continuaba acercándose hacia mí.

Enfurecí. Solté un gran grito y sentí una ráfaga de energía invadir todo mi cuerpo. Me observaba sorprendido. Masculló maldiciones entre dientes y se preparó para interceptarme. Mis golpes eran mucho más pesados y no le daba oportunidad de contraatacar.

- ¿Cómo es que tú puedes usar su poder en tu favor?

Contra el suelo, jadeaba, mi mano contra mi brazo, no podía moverlo. Al no obtener respuesta, se mostró fastidiado, chistando, y continuó acercándose hacia mí.

- Vamos, Miracle... ¡Enséñame tu nuevo poder! - Dio una patada en el suelo, arrancando la tierra del suelo y mandándome a volar junto con ella. Se cruzó de brazos y continuó acercándose hacia mí. - No sigues siendo más que una niña.

Se acercaba. Quería continuar el combate pero sencillamente no lograría nada si continuaba de esta manera. Di un salto a un árbol. Shadow enfureció al verme de esta manera.

- Si la quieres, ¡tendrás que atraparme! 

Eché a correr inmediatamente, directo a la ciudad. Escuché su risa a los lejos. Sentía mis piernas increíblemente torpes. No podía evitar pensar que cada paso que diera se vería traicionado. No importaba cuán rápida fuera, él era ridículamente veloz. 

Sabía que era rencoroso, pero su semblante lucía completamente distinto. Él quería matarme. ¿Qué le había sucedido en estas últimas semanas? 

- ¡Oh! – Exclamé al chocar de frente contra un señor, llevándome mi mano detrás de mi cabeza. – En verdad perdóneme, tengo mucha prisa.

- ¿Perdón por qué? – Me había tomado de la muñeca de la otra mano, alzándome del suelo. 

Se trataba de un tucán de enorme estatura. Nuestros rostros quedaron casi pegados, pude ver detrás de aquellas gafas oscuras de tal manera que nuestros ojos quedaron viéndose. Volví a tener una sensación de desesperación cuando divisé con claridad aquellos ojos rojos como la sangre, aquella sonrisa fría, colega de la maldad. Contuve la respiración unos instantes, tratando de tranquilizarme, pero más bien esa absurda distracción me costó demasiado. 

- ¡Si acabas de traerme la espada de Hamadi! - Con una mano arrancó el cinturón que ataba al estuche de la espada a mí. La veía con gran malicia, y a mí me lanzó lejos con gran desinterés.

- ¿En verdad era tan fácil como robarle a una mocosa? – Se cuestionó sonriendo con ironía, volviéndose intangible por unos instantes, dejando así simplemente caer aquel traje de empleado que traía puesto, exponiendo sus múltiples joyas y grandes músculos, no sin antes sacar un radio-comunicador de un bolsillo. – Comenzaba a hartarme de esperar pacientemente a ese idiota erizo azul. Mirtah, Nerea, llegó la hora.

Acto seguido, destruyó el aparato, regresándome a ver.

En ese momento, del cielo descendieron dos urracas hembras y de menor estatura. Ellas seguían en traje, cubriendo sus miradas con gafas de sol igualmente, pero los transeúntes en la cercanía ya habían notado que no se trataba de ciudadanos comunes y corrientes. Pronto se formó el caos. El área comenzaba a evacuarse, pero yo seguía siendo el centro de atención. Regresaba a ver a todos lados, nerviosa. Estaba muy tensa. Estaba rodeada, desarmada… bajo una explosión continua de energía. Derrapé en el concreto y sólo así salí de aquel círculo.

Una de esas urracas se adelantó hacia mí, abriendo bien los ojos cuando deparó en mi apariencia.

- Un momento... Esos ojos, ¿no les parece familiar? - Me tomó de la playera y me colocó frente a ella. - ¿Qué hacías hacía alguien como tú con la espada de Hamadi? ¿Quién demonios eres? 

Mi mejilla ardió cuando sentí aterrizar una tremenda bofetada. Abrí los ojos, pero no la regresé a ver, ni hablaría. No podía. Me dejó caer y al poco rato sentí la punta de la espada contra mi frente.

- ¡Con que a esto se debe tanto alboroto! - Derribó al gran tucán de un único rodillazo en la nuca, pero no fue suficiente para dejarlo ahí. - Comenzaba a preguntarme cuándo asomarían otra vez. 

Finalmente se había dignado a interferir en este combate. Él no tenía la orden de hacerlo, por lo cual me sorprendió que a la final lo hiciera. Tal vez sólo estaba esperando a la entrada perfecta, o tal vez yo sólo estaba muy agotada como para reflexionar sus razones.

Mis ilusiones me habían engañado. Era una voz totalmente distinta, y cuando dejé rodar mi cabeza por el suelo y abrí los ojos nuevamente...  Sonreí al ver aquel rostro lleno de tanta determinación, aquel rostro lo decía todo. Él reconocía la gravedad del asunto, sabía lo que estaba sucediendo, y estaba dispuesto a darlo todo para crear su propia justicia. Me había inspirado. Era una lástima pensar que no lo lograría, y que yo sería más bien un estorbo en aquel trágico desenlace. 

Él no era Shadow. 

---------- Aviso de Sam ----------

* 17/04/2018