sábado, 26 de julio de 2014

XVIII


Había mantenido su promesa. No era momento para sonreír pero igual lo hacía. Donde estuviera el peligro, él estaría ahí. Recargado contra un muro, una mano contra su cintura, no hacía más que observar aquella brutal escena. Ni siquiera se inmutó cuando atacaron a aquella pobre chica con el famoso ataque de la destrucción.

Shadow no planeaba interferir.

Regresé la mirada nuevamente a aquellas malditas aves. La chica se encontraba inmóvil en el suelo, pero su cuerpo todavía no desprendía aquella aura pútrida. Cuando vi al tucán alzar la mano y formar otra de esas bolas de energía, sabía que, sin importar quién fuera su oponente, no podía permitir que eso reventara aquí.

- ¡Con que a esto se debe tanto alboroto! - Derribé al gran tucán de un único rodillazo en la nuca, pero jamás podría derribarlo de un sólo golpe. - Comenzaba a preguntarme cuándo asomarían otra vez.  

- ¡Tú...! - Se llevó su mano a su cabeza, hirviendo en rabia tan sólo reconocerme, verme tomar posición de combate tan entusiasmado. Sonreía. Estaba más que determinado a patearles el trasero de una buena vez por todas.

Ya no me importaba qué pensara Shadow.

- Ya estoy harto de ustedes. ¿Por qué insisten en regresar a esta ciudad?

- No tenemos nada en contra de tu inmunda ciudad. - Recuperó su sonrisa a la par que se levantaba. Lo observaba con atención. – Pero cuando escuchamos decir que alguien tenía el arma de Hamadi, asumimos que tal vez tú sabrías algo. - Alzó aquella espada a la altura de su pecho, dejando relucir espléndidamente el filo de ésta, regocijándose tan sólo con verla. - Nunca pensé que se trataría de una chica tan estúpida. 

- ¡Lástima que aquí termina su juego!

Me abalancé contra él. En un abrir y cerrar de ojos, fui interceptado por la urraca del cabello corto. Ya no eran tan temibles cuando conocías todos sus trucos. Vislumbraba dolor en su rostro por cada golpe que acertaba y su amiga no tuvo más opción que ayudarla. Cayó una lluvia infinita de golpes y patadas sobre mí. No podían acertar ni un sólo golpe. Me quité del medio en el momento preciso y una de ellas golpeó a la otra en el rostro.

- ¡Nerea! ¡Qué estás haciendo!

- ¡No deberías preocuparte por ella! - Asenté mi rodilla contra su rostro, mandándola a volar. La otra chica intentó golpearme, pero con una menos en el camino, fue sencillo interceptar sus golpes. Su rostro estaba lleno de pavor. Di otro rodillazo contra su estómago y la lancé lejos de mi vista. Ya no estaba divertido. - Así que ustedes también pueden sentir miedo y aún así no les importa traer terror.

Vi de reojo la formación de aquella bola de energía. Corrí tan rápido como pude. Hubo una gran explosión. El tucán sonreía con malicia, sólo para quedar como un gran estúpido cuando finalmente se disipó el humo.

Eso había estado muy cerca.

- ¿Buscabas algo? - Todo mi cuerpo estaba adolorido, mi piel sangraba por todos lados y mis ropa había sido chamuscada. Sostenía a aquella chica de misteriosa procedencia entre mis brazos, sin perderle la mirada a ese estúpido. Me miraba con rabia mientras dejaba a la chica nuevamente en el suelo y me colocaba en posición de combate una vez más. - Esta pelea es ahora entre tú y yo.

Mis brazos temblaban con cada nuevo golpe que lanzaba. Esquivar no era tampoco una opción. Olvidaba que se trataba de guerreros de élite, y no por nada él era su líder. Un frenesí de golpes, no acertaba ninguno y yo era el único que comenzaba a agotarse. Apenas pude retroceder unos pasos. Desenfundó aquella espada y comenzó a blandirla contra mí. Era la primera vez que alguien usaba semejante arma contra mí. Estaba cada vez más nervioso. Él reía maniáticamente cuando finalmente logró hacerme retroceder. La chica gritó con horror. Llevé mi mano a la herida. Había cortado mi pecho, pero fue sólo en la superficie.

Respiraba con dificultad. Mi visión empezó a nublarse por unos instantes. Sonreía con resignación cuando me dejé caer de rodillas. Había dado mi todo y no era yo rival para ese maldito tucán.

- Nunca debiste desafiarme, maldita rata. – Sentenció con una poderosa carcajada, acercándose a mí con paso desafiante y prepotente, alzando la espada lo más que pudo, con aquella sonrisa llena de maldad que tan poco toleraba. - ¡Hamadi estará contento de que su legado continúe en mí!

De un rugido, se echó a correr en mi dirección pero había sido interceptado por aquella misteriosa chica.

- ¡Ni se te ocurra volver a decir que la espada es tuya! – Era una voz en suma dulce, parecía de verdad la de una niña.

Su larga cabellera azulada, esponjosa y abundante, fluía en su propia armonía. Por primera vez pude ver sus ojos, inusuales, de un brillante magenta, hermosos, pero distintos al de todos ellos. Lanzaba golpe tras golpe tan rápido como podía, pero no bastaba tener voluntad para derribar a aquel demonio. Incluso cuando lograba conectar, no representaba mayor problema para el tucán. Se hartó y tan sólo mover el brazo, se la quitó del camino cual insecto.

Bajé la mirada, maldiciendo entre dientes mientras él continuaba acercándose hacia mí.

- ¿Ya terminaron de jugar? – Fugaz ante la vista de todos los presentes, Shadow había arrebatado la espada de las manos del enemigo, mostrándose tan misterioso como siempre cuando hizo su aparición a varios metros de distancia.

Está de más describir el rostro furioso de aquel ave, pero era difícil ignorar lo molesta que podía llegar a ser la sonrisa de seguridad del erizo. 

- ... ¡Miracle, atrápala! – La chica sonrió en cuanto gritó su nombre y lanzó la espada en su dirección.

Reaccionó inmediatamente. Las otras chicas ya se había puesto en pie e intentaron interceptar el arma. No obstante, no pudieron hacer nada contra aquella curiosa, casi divertida, agilidad. El tucán se lanzó al instante contra él. Sólo se defendía con un brazo y de su rostro desapareció por unos instantes aquella seguridad. Sentó un golpe contra el rostro de su contrincante y aprovechó para alejarse de ahí.

- ¡Miracle! ¡Qué demonios esperas! ¡Has ese truco con la espada! ¡Como en el bosque!

- ¡Quítenle esa espada! – Gritó llevándose una mano al rostro, perdiéndose a sí mismo.

Había que proteger a aquella chica y eso hice. Aceleré el paso cuando las urracas alzaron vuelo contra ella. No pude interceptar a ambas, pero ello no fue mayor problema. Ella sólo se tuvo que lanzar a un lado para esquivar a la primera. Giré mis piernas velozmente contra el aire. Invoqué un minúsculo tornado que mandó a ambas a volar. Miracle blandió su espada contra el viento. Lo había cortado. Una brecha irreal se formó frente a nosotros. De la hoja, una ráfaga de energía salió violentamente disparada contra una de ellas. Pegó un chillido desgarrado. Se vio envuelta en aquel caos, perdiendo sus fuerzas, su voz, su cuerpo. Se había desintegrado por completo y la energía regresó a la espada, quedando atrapada en ella. 

Observaban con verdadero horror la escena, temblando al reconocer que ahora venía su turno.

- ¡Mirtah!

- ¡Nerea! ¡No pierdas tiempo y has lo tuyo, inútil!

Obedeció y salió disparada en dirección a nosotros dos. Aquel rostro salvaje no se borraba por nada del mundo. Miracle blandió el arma en múltiples intentos, pero sencillamente no conseguía nada. 

- ¡Cómo les encanta ser inútiles! - Shadow había llegado en cuestión de segundos. Resultó tan sencillo como meterle el pie, haciéndola rodar contra el suelo. – ¡Si no envías a esa chica a la otra dimensión, yo te enviaré a ti justo ahora! ¡Usa ese maldito poder! – Gritó impaciente, sacudiéndola con exasperación.

- ¡Todavía no sé cómo funciona!

- ¡Hazla funcionar!

Cerrando los ojos, volvió a blandir el arma y repitió aquel extraño truco, dando en el blanco. Soltando otro chillido de muerte, la otra chica igualmente desapareció en la espalda.

Era demasiado pronto para cantar victoria.

El único restante de ellos soltó un poderoso grito de guerra.

- ¡Estoy harto de ustedes! ¡Los voy a matar! - Una enorme bola de energía comenzaba a formarse en la palma de su mano. Me dejé caer sobre mis manos, sin poder creerlo. La energía que salía de aquella bola era increíble y no dejaba de crecer. Reía maniáticamente, su rostro estaba desorbitado. Era terror puro. - ¡No necesito el poder de Hamadi para destruirlos, malditas ratas! ¡Destruiré este lugar! ¡Lo destruiré todo! ¡Mueran!

Shadow me regresó a ver. En su mirada, había un marcado disgusto. Luego, regresó a ver a la chica y finalmente al gran tucán. Mascullando algo entre dientes, salió disparado contra el tucán. Con su otra mano, disparó varios más bolas de energía, pero no era suficiente para detener a Shadow. Había logrado llegar y, de una patada contra su brazo, aquella bola de energía salió disparada en otra dirección.

Hubo una explosión enorme. No lo podía creer. Cuánta gente... esta ciudad... un chillido infernal en mis oídos, caí de rodillas, mi vista nublada, mi corazón acelerando a mil por hora.

Shadow forcejeaba contra aquella ave, sosteniéndolo contra el suelo, con suma dificultad y esfuerzo. La joven del arma no dejaba de moverla de un lado a otro, tratando de repetir el movimiento de momentos atrás. Yo ya no estaba presente en lo que sucedía, sus voces eran únicamente susurros en aquel momento. Sus intentos podían fracasar o triunfar y lo mismo daba.

Sentí un vuelco en el corazón...

- ¡Estúpido, cuidado!

Regresé la mirada, desconcertado, al escuchar la voz del erizo dirigirse tan bruscamente a mí. Lo vi caer sobre su espalda mientras que el sujeto al que trataba de retener se volvía intangible por unos segundos, lo suficiente como para zafarse de Shadow. Me observó con malicia. Estaba agotado, su cuerpo igualmente empezaba a perder forma en contra de su voluntad, pero ello no le impidió tomar impulso y salir disparado contra mí, buscando su último ataque.

Miracle finalmente lo había logrado. La ráfaga de energía finalmente había salido disparada a gran velocidad en contra del ave. Pero él dio conmigo primero. Su figura, casi invisible y casi intangible lograron atravesar mi cuerpo en un instante. Lo sentí estrellarse, un terrible escalofrío recorrió mi cuerpo al momento en que lo sentí atravesar mi piel. Sin embargo, tan rápido como llegó, tan rápido salió expulsado al otro lado, lado en el cual justo iba dirigido el poder de aquel extraño artefacto. Hubo impacto, la colisión y mezcla de energías se había efectuado. Finalmente nos habíamos librado de esos sujetos, pero escuchar su risa hasta el último momento nos dejó intranquilos.

Yo había caído contra el suelo, adolorido, con una helada sensación recorriendo cada rincón de mi ser. Había sido el peor golpe que hubiese recibido en la historia por el efecto que me causó internamente. No me podía levantar. 

Me había tomado de la chamarra, arrastrándome tras ellos, lejos de la ciudad. Una lágrima resbalaba por mi mejilla.

Esto no podía estar pasando...

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* 07/03/2018