lunes, 13 de octubre de 2014

XX


Llevaba un largo rato sentada contra un árbol, oculta en el bosque bajo la sombra del follaje. Me culpaba de ridícula por haber reaccionado así tras escuchar sus palabras, no por las cosas que dijo, o porque se haya tratado de él, pero tampoco es que yo supiera decir con exactitud por qué me sentía tan furiosa.

Me levanté y pasé mi antebrazo por mi rostro, aún con los ojos cerrados y mi respiración meditada. Sacudí mi cabeza, quería ahuyentar toda clase de absurda idea o incierto temor. No valía la pena hacer teorías ridículas hasta no saber la verdad, y para eso debía de hablar con el profesor. Por eso decidí regresar.

Cuando llegué, me recorrió un escalofrió. No había luz en lo absoluto. Bueno, un par de focos en una que otra habitación al fondo del pasillo iluminaban el lugar, pero no dejaba de ser tenebroso. Era mucha oscuridad.

- ¡Profesor! – Alcé la voz. Tal vez escuchar una voz serviría para saber que no estaba sola, para tranquilizarme. - ¡Ya regresé! ¿Dónde está?

Pero no hubo respuesta.

Seguí caminando, siempre con una mano contra los muros. Creería que se encontraría en su habitación, o todavía trabajando en la sala de operaciones, aquella sala donde todo había comenzado. Fue en otra habitación donde lo encontré. Atravesando un pasillo, a mano izquierda, de un único cuarto provenía una mínima iluminación. También se escuchaba un ruido, y este ruido junto con aquella luz parecían guiarme hasta esa habitación, por lo cual me acerqué, curiosa, a ver de qué se trataba. En efecto, se encontraba ahí, hincado y con el rostro cubierto. Unas chispas salían desprendidas de aquella máquina a la que le estaba dando mantenimiento.

- Has vuelto muy pronto. – Dijo retirándose aquella máscara metálica, levantándose y quitándose el sudor de encima. Pensaba que estaría muy concentrado y perdido en lo suyo, pero al parecer siempre estuvo atento. - ¿Qué te trae por aquí?

- Yo… olvidé unas cosas… importantes… y venía por ellas. – No vio mi rostro, por suerte.- ¿En qué está trabajando?

- Oh, ¿esto? Esta es la versión mejorada de la serie Omega. – Habló dándome la espalda, alejándose lentamente. – La última vez que estuvo en combate, destruirlo fue tan sencillo como darle un pequeño golpe preciso en su torso. – Explicó imitando el golpe, observándome al rostro, serio. – Un error que no volveré a cometer.

- Claro, claro… - Esquivé su mirada. Jugaba con mis pies y aterrizaba mi mirada en ellos. - ¿Cuándo fue destruido? ¿Fue acaso cuando lo puso a prueba en combate?

- Contra ese sujeto, Shadow the Hedgehog. – Dijo lentamente, como si se hubiera detenido a saborear con amargura su nombre. - Sí. ¿Qué será de ese muchacho?

- Ha de seguir siendo el mismo de siempre. – Dije fingiendo desinterés, jugando esta vez con mis uñas. – Lo que me recuerda… nunca entendí por qué se marchó ni cuáles fueron sus motivos. O bueno, al menos por qué nos odiaba tanto a usted y a mí y a toda esta causa.

- Es una buena pregunta, de hecho.

- Si, siempre tuve curiosidad. No lo sé, tal vez yo no sea precisamente agradable, pero ese sujeto me detestaba.

- Y a quién no.

- Me decía que era porque yo era muy tonta. “Estúpida e infantil”, si tuviera que ponerlo en sus palabras. Pero eso no explica en lo absoluto por qué lo odiaría a usted.

- ¿Odiarme a mí? Qué va, eso siempre fue obvio. Hasta un ciego lo habría notado. – Clavó su mirada en mí por unos instantes. Me puse nerviosa al escucharlo hablar de esa manera, tan molesto, pero casi al instante volvió a darme la espalda, continuando su rumbo. – Dime más.

- Ah, bueno… Para serle honesta, yo no sabía que lo odiara.

- Era un excelente actor cuando estábamos presentes, ¿no lo crees? “A la orden, profesor”, “Defraudarlo no es una opción”, “¿Qué debería de hacer ahora, profesor?” - Imitó con una voz aguda y ridícula, continuando con su caminata. - ¡Ja! Nadie puede ser tan leal y disfrutar tanto de recibir órdenes. ¡Sería absurdo! Como si Shadow me hubiese querido impresionar. ¿Estás de acuerdo?

- Por supuesto… - Dije desviando todavía más la mirada, sintiéndome aludida.

- Pero él no es el único actor que conozco. – Me incliné hacia atrás de súbito, alzando el rostro y tragando saliva de repente. No dejaban de temblarme las piernas. – Ve al grano, Miracle, o retírate. No tenemos tiempo que perder.

- ¿Cómo llegó a ser su aliado, si tanto lo odiaba?

- Ya te lo he dicho. Te lo dije tan sólo hoy antes de que partieras. Hoy has estado muy despistada. ¿Es eso? ¿O hay algo más?

- Bueno, es sólo que…

- ¿Qué? ¿Es sólo que no me crees? – Al decir aquello, él ya se encontraba lejos. La poca luz de aquel viejo bombillo colgante apenas dejaba ver su rostro, el cual nuevamente se había posado sobre mí. Había sacado un extraño y pequeño artefacto, el cual alzó a la altura de su pecho mientras seguía hablando. - ¿Acaso no es lo suficientemente creíble para ti? Qué extraño, siempre lo había sido. Nunca habías desconfiado. Me pregunto por qué ahora es diferente…

- No dudo de usted, profesor. Es mera curiosidad.

- ¿Y qué es lo que mueve esa curiosidad, niña? – Presionó un botón. Escuché un ruido extraño, fuerte, como un motor, pero no sabía qué era. – Siempre te habías creído todo lo que te decía y te contaba. ¿Te aburrían mis mentiras? Y yo que lo adornaba todo para ti, para maravillarte, como a una pequeña niña. Pero tarde o temprano las pequeñas niñas crecen y desconfían, ¿verdad? Finalmente superan su ceguera y empiezan a pensar por sí mismas.

- Shadow tenía razón. – Me estaba hiperventilando. Retrocedí, con la mirada perdida y mis manos moviéndose de un lado a otro, sin saber contra qué querían apoyarse.

- Pero tú no pensaste por ti misma. – Terminé arrinconada al otro extremo de la habitación. Al fin pude verlo. Se acercaba a mí, lentamente. Sus extremidades rechinaban con cada paso que daba. Me tenía en la mira. – Te presento a E-123 Omega. – No dejaba de mover su cuerpo metálico, probando cada uno de sus miembros y emitiendo chillidos al hacerlo. Lo hacía muy lento. La escena frente a mis ojos resultaba todavía más tenebrosa cada segundo que pasaba. No quería verlo.

De súbito, apuntó al frente y disparó. Las balas aterrizaron apenas a unos centímetros frente a mí. No pude evitar soltar un grito.

– Veo que le agradas. Tiene su forma peculiar de hacer amigos, al igual que tú.

Volteaba a ver a todos lados, pero siempre regresando la mirada a la creación del profesor Eggman. Era de gran tamaño y su mirada estaba únicamente destinada a mí. Apenas se podía divisar la pintura roja en sus extremidades con esta poca iluminación, y por alguna razón ver ese color ocasionaba que me sintiera aún más nerviosa y se acelerara mi respiración. Se había tomado la molestia de pintarlo como si fuera una copia de Shadow, negro, rojo y amarillo, sólo que ahora el rojo predominada. No, siempre lo había hecho. Me recordaba a su mirada.

- Sabía que hablaste con ese erizo. ¿Y creíste que simplemente podrías ocultármelo? Me pregunto qué tanto le habrás dicho. O peor aún, qué tanto te habrá dicho a ti.

Finalmente tomé la espada y la coloqué frente a mí como si fuera un escudo. Ya no tenía más espacio detrás como para seguir retrocediendo.

- Ah, ah, no. No, Miracle, esa espada es mía.

La máquina volvió a subir su brazo, apuntándome directamente esta vez. Me puse todavía más nerviosa. Esta vez no tenía voz como para volver a gritar y cada vez más gotas de sudor recorrían mi rostro. Disparó, pero para mi suerte parecía ya no tener municiones. Observó su arma mecánica por unos instantes, tratando de comprender la situación, pero pronto hizo caso omiso. Un quejido del profesor me dio a comprender que había sido culpa de su negligencia y al parecer había olvidado recargarlo antes de encenderlo. Sin embargo, a la máquina no le pudo haber importado menos. Se acercó a gran velocidad. No supe qué hacer, ¿cómo dañar a una máquina? Yo no era tan fuerte, no quise ni intentarlo con la espada. Igualmente no tuve tiempo suficiente como para intentarlo siquiera. En cuestión de segundos llegó y me tomó del cuello, alzándome.

- ¿Sabes algo, Miracle? La verdad es que lamento tanto todo este mal entendido. De hecho, me agradabas. No sé si acaso era por tu personalidad, o el hecho de que siempre fuiste un perro obediente. – Se acercó a mí, a paso decidido, con sus manos detrás de su espalda. Yo seguía suspendida, desesperada, sin poder respirar. Apenas podía escuchar sus palabras. En cosa de segundos terminé soltando el arma y llevé mis manos contra las de la máquina, en un vano intento por quitármelas de encima. – No sabes lo mucho que lamento que ese Shadow, haciéndose el astuto, te haya corrompido. – Levantó la espada del suelo, observándola ahora con atención. - Mejor dicho, que te haya abierto los ojos.

Lo último que recuerdo fue su risa, y lo primero que escuché al despertar fue nuevamente su risa. Sé que me desmayé. Al despertar, me encontraba en otra habitación, encerrada. No había nada de iluminación ahora. Me dolía todo el cuerpo, pero tampoco recordaba el momento en el que me habían lanzado aquí.

- Está de más decir que se te ha confiscado tu arma. Y esto. – Regresé a verlo. Hablaba muy seguro, incluso burlón, alzando mi comunicador, o bueno, ese bonito accesorio que adornaba mi muñeca derecha. Era apenas una clase de pulsera que, para que miento, nunca supe utilizar. – Pero esto a ti no te importa, digo, no es como que alguna vez hayas sabido cómo se usa. ¿Aunque sabes qué es curioso? – Añadió presionando botones, acercándoselo al rostro mientras éste hacía un continuo beep. – Shadow nunca apagó el suyo…

- ¡No le hable desde ahí!

Me dejé caer contra el suelo, ignorando el dolor físico y estirando mi brazo en un patético intento por detenerlo. Me quemaba el rostro de vergüenza. Planear llamarlo, frente a mí, con mi comunicador, ¿qué le iría a decir? Soltó una última carcajada mientras me daba la espalda. Quería llorar, no por las cosas que dijo, o porque se haya tratado de él… pero era un hecho que me sentía fatal. En realidad, ya no sabía ni cómo me sentía. Era una desesperación terrible, y no quería involucrar a Shadow en esto. Lo peor del caso es que a él no le importaba, al profesor no le importaba. A nadie le importaba, y entonces me preguntaba por qué seguía yo aquí, y por qué tenía que pagar las consecuencias. A la final, él tenía razón.

Era porque yo era estúpida.

Finalmente, me regresó a ver.

- Cuánto tiempo sin hablar, mi querido amigo…

---------- Aviso de Sam ----------

*08/03/2015
Todavía no muero c:
... Y Shadow tampoco reiugheruihguerig ; A ;/
Lo candente se aproxima uhruiehgiuer <3 (Quiero continuar esta historiaaaa! Por qué la flojera es tan poderosa? DX (No sigan mi ejemplo ; u ; / )
Nuevo Capítulo el Lunes 26, ya dije! :3
Cuídense n-n/!

miércoles, 6 de agosto de 2014

XIX


No soltó de mi chamarra hasta habernos adentrado completamente en el bosque. Permanecí en aquella posición, sentado, sin poder sobrevenir este terrible shock. El fuego, el caos, los gritos de toda esa pobre gente... ¿Cuál sería ahora el destino de Jewel City?

Jamás podría borrar aquella imagen de mi mente.

- Miracle. - Shadow, quien se había hecho un espacio sobre una gran piedra, finalmente interrumpió el andar incesante de aquella chica, quien no paraba de mascullar maldiciones. - ¿Por qué no mejor me dices qué demonios te sucedió de una buena vez?

- Esto... - Se llevó sus manos contra su esponjosa cabellera, con ojos melancólicos. Luego, regresó a ver al erizo, lanzando este hacia atrás, molesta. - No lo sé, deberías de saberlo, ¿no? ¿Desde cuándo me estabas siguiendo? 

- ¿Por qué crees que perdería mi tiempo siguiéndote? - Shadow se acercó a ella de un salto, quedando frente a su rostro. Tenerlo tan de cerca la inquietaba, se mostraba bastante nerviosa pero eso a él no afectaba en lo más mínimo. Se mostraba tan calmo y fatal como siempre. - Sentí una esencia terrible llamándola a la distancia. Cómo iba a imaginarme que se trataba de ti...

- ¿Qué quieres decir con eso? ¿Cómo es posible?

Pero él la ignoró. Se abrió paso y continuó caminando. Regresé a verlo, incrédulo, cuando sentí su mano contra mi hombro.

- Lo lamento.

Pero cuando iba a añadir algo, retiró su mano en un arrebato. La sacudía rápidamente e hizo un gesto en su rostro de dolor, como si se hubiera quemado de tan sólo tocarme.  

- Excelente, lo que nos faltaba...

La chica se acercó igualmente. Pero antes de que pudiera pronunciar palabra alguna, Shadow la detuvo, colocando su dedo frente a ella. 

- Cállate. - Insistió en sostener el silencio, mirando a los lados mientras lo hacía. No volvió a decir nada hasta que finalmente cerró los ojos, concentrándose. - ...¿Pueden sentirlo?

Ambos veíamos a Shadow, más confundidos que curiosos. Sencillamente no entendía qué pretendía el erizo. Luego de unos momentos, soltó un suspiro. Nada.

- Sigue escondiéndose.

- ¿Quién? 

- Quién más. El espíritu que está dentro de mí.

- ¡Qué! - No era ella la única que estaba auténticamente sorprendida. 

- ¿O qué pensabas, Miracle? ¿Que el profesor me salvó en aquella noche helada por su bondad? - Intentó cruzarse de brazos, pero aquella maldita herida sólo lo dejaba mover uno de sus brazos. - Ahora que ustedes dos también están poseídos por uno de ellos, ya no tiene caso ocultarlo. 

Llevé mis manos contra mi cuerpo, sin poder dar crédito a las palabras de Shadow. ¿Poseído?

- Bueno, ahora que lo mencionas... - Con una mano contra su barbilla y su rostro muy cerca del de él, no dejaba de meditar mientras lo observaba con detenimiento.

- No, Miracle, mi ojos siempre han sido de este color. - Shadow puso su mano contra su cara, empujándola, pero ella era realmente muy insistente. - Perdí contra uno de ellos cuando todo esta pesadilla comenzó, cuando todavía vivía en Downhood.

- ¡Eh! ¿Semejante cosa es posible? - Exclamó, incrédula.

- ¿Tanto te sorprende que alguien haya vencido a tu amado Shadow?

Verlo con aquella sonrisa burlona hizo hervir a la chica en rabia. Gritaba frenéticamente pero ello sencillamente divertía al erizo, quien no borraba de su rostro aquella mirada burlona. La manera en que ellos dos interactuaban me dejó completamente desconcertado. No sabía quién era ella, pero ahora comprendía que tenía que conocerla de más tiempo. La naturalidad con que discutían y la familiaridad hacia el asunto me dejaba adivinar ello. Desvié la mirada. En la ciudad, cuando vi a Shadow observando la paliza que le daban sin inmutarse... ahora era distinto al Shadow que teníamos aquí, interactuando tan tranquilamente con ella. Nunca cruzó por mi cabeza que alguien pudiese estar en la vida de Shadow. ¿Quién era esta chica?

Ambos me regresaron a ver cuando dejé caer contra el suelo y dejé salir un gran suspiro. 

- En verdad lo intenté... - Giré mi cabeza en el suelo, dando contra la mirada del erizo, quien me veía con extrañeza. - Gracias, Shadow...  

- Quien en verdad me preocupa, es ese erizo. - Se acercó nuevamente a mi, hincándose para quedar a mi altura. - Él no se manifiesta en mí tan claramente como lo hace contigo, Miracle. - Me sentía incómodo de tan sólo tener su rostro tan cerca del mío. Todavía veía mis ojos con aquel fastidio. - Tratándose de Ozane, diría que esto fue lo peor que nos pude suceder.

- ¿Quién es Ozane?

Shadow se levantó dejando salir un gran suspiro cuando escuchó a aquella chica preguntar tan sin saber nada.

- ¿Incluso ese tipo de información de oculta ese huevo infeliz? - La miraba nuevamente con burla, haciéndole molestar de nuevo. Antes de que pudiera decir cualquier cosa, Shadow regresó a verla, tornándose enteramente serio. - No tengo tiempo para esto, así que escucha con atención lo que te voy a decir porque no pienso repetirme.

Shadow metió su mano dentro de su desgastada chamarra, cerrando los ojos y soltando un suspiro. La chica en un principio se mostró desconfiada, pero al momento en que el erizo sacó aquella extraña gema, sus ojos resplandecieron y no pudo evitar exponer su sorpresa.

- ¡La esmeralda del profesor!

- ¿Esmeralda? Así que él ya te había hablado de ella... – Dijo lanzándola y atrapándola con su mano, desinteresado, observándola a ella al rostro en todo momento. – ¿Qué mentira te dijo ahora? 

- ¡Cuál es tu-

- Te dije que escucharas con atención, Miracle. Guarda silencio. – Finalmente se había tranquilizado y toda esa rabia de momentos atrás se vio silenciada por su seriedad. - ¿Sabes qué te dijo? Que era importante, que era esencial para su preciosa misión. Y que yo la robé. 

- ¿Y la robaste?

Pero no la robé por los motivos que crees, por los motivos que te hizo creer. No sé absolutamente nada de esta cosa, si es lo que piensas. Sólo supe que era importante para él hasta el momento en que la robé. - Shadow señaló su brazo herido. - ¿Sabes cuál era mi importancia en toda tu valiosa misión? Distraerte.

- ¿Distraerme? 

- Él siempre quiso que toda sospecha que tuvieras cayera sobre mí. ¿Y funcionó, no? Esa noche no se activaron las defensas de la base hasta que llegaste tú. Él esperaba que me encontraras para que creyeras que yo era el enemigo. ¿Qué hacías montando guardia esa noche si no?

- Me dijo que tú no podías esa noche y le habías pedido permiso de ausentarte.

- Ahí está, esa molesta actitud tuya. ¿Por qué pensar las cosas por mí misma si puedo simplemente recibir órdenes y obedecerlas? - Guardó la esmeralda en su chamarra, sin cambiar en lo absoluto su tono ni su mirada. - Sí, lo admito, caí en su trampa. No lo vi hasta que fue demasiado tarde. ¿Pero sabes algo? Tú tampoco lo viste. Él me dio a propósito un falso indicio de que aquella noche tendría mi oportunidad, y a ti te hizo creer que eras indispensable para montar guardia. Pero tú nunca sospechaste nada extraño. Incluso ahora que te digo las cosas tal cual sucedieron eres capaz de dudar, porque eres una idiota, nublada en TU propia fantasía. ¿En serio crees que puedes confiar en ese cretino?

- Me estás confundiendo.

- Decides desconfiar de mí en el peor de los momentos. - Se acercó aún más a ella, extendiendo sus brazos y alzando la voz. - Él me hizo creer que estaba en reparación el sistema de defensas de la base. Él te hizo creer que yo no montaría guardia por quién sabrá qué razón se inventó. ¡Claro que yo montaría guardia mientras él y tú durmieran! ¡Era la oportunidad que esperaba! ¿Sabes qué buscaba? ¡Mi libertad, Miracle, mi libertad! ¿Sabes lo que es eso? Seguramente no. ¡Tú le diste la tuya al profesor a cambio de nada!

- ¿Por qué me estás diciendo todo esto?

- Te propongo algo. - Puso su dedo casi contra su nariz. -Si tú tienes razón, iré contigo. Sin oponer resistencia, me entrego completamente. Pero, si yo tengo razón, tú serás mi esclava de ahora en adelante.

- ¡Ja! Estás demente. – Le dio la espalda, una vez más divertida.

- Al contrario, es una apuesta segura. ¿Acaso temes descubrir que tengo razón?

Detuvo sus pasos al escuchar la confianza con la que lanzó aquella pregunta. Se mostraba dudosa. Su rostro expresaba desagrado. 

- ¿Acaso en serio creíste por un momento que podías confiar en el profesor Eggman? ¿En serio crees que eres indispensable para sus planes? El indispensable soy yo. ¡Él ríe más que yo a tus espaldas!

- Cállate, Shadow.

- Te está usando.

- Basta.

- No eres más que su esclava.

- ¡Te dije que te calles!

- Y, lo peor de todo, es que eres su esclava de a gratis.

- ¡Cierra la boca de una vez o te la cerraré a golpes! – Finalmente explotó en un grito, dejándome sumamente atónito. No comprendía del todo la situación, pero ciertamente quería interferir y silenciar a Shadow. Estaba siendo terrible con ella.

- ¿A dónde crees que vas?

- A preguntárselo.

- ¡A ja ja ja! ¿Y en serio esperas que te lo diga? “Sí, niña boba, eres mi esclava. Felicidades por darte cuenta. Ahora a trabajar.”

- No tiene nada que decirme que no sepa.

- Volverás, Miracle. – Shadow se tornó serio de súbito. Adelantó un paso en dirección a la chica, quien ya nos había dado la espalda rato atrás mientras se marchaba, disgustada. – Te veré aquí en veinticuatro horas. Te doy mi palabra y estaré aquí. Haré lo que me pidas si regresas con buenas noticias. Te daré la esmeralda sin objetar y te diré todo lo que sé. Haré lo que sea. Yo no pido nada a cambio. Reiré cuando vea tu rostro, rojo de vergüenza y humedecido por tus lágrimas. ¡No sabes cómo disfrutaría de una escena así! – Pero ella ya no le dirigió ni una sola palabra, ni regresó a ver en ningún momento. Se mostraba agitada, y conforme Shadow continuaba hablando, ella aceleraba su paso hasta que finalmente se echó a correr, desapareciendo en el bosque.

- Vaya niña… - Dijo con sus manos contra su cintura, soltando un último suspiro. – Y tú, no creas que me he olvidado de ti.

- Ni yo de ti. Por eso sigo aquí.

- Bien. – Me tomó del brazo y me acercó a su rostro, el cual nuevamente se mostraba molesto. – Tú y yo tenemos mucho que discutir. Me dirás todo lo que quiero saber…

Una vez más me jaló con brusquedad y me llevó a la fuerza tras él.

- … y tal vez te aclare una que otra cosa.

Preferí no objetar y simplemente decidí seguirlo, sin decir ya nada. Finalmente, era ésta la razón por la cual había abandonado mi estilo de vida. Aprovecharía esta segunda oportunidad para desmentir toda mala impresión que le había creado. Y para convencerme de que esto era lo que tenía que hacer, que valía la pena entregarle mi vida a ese ser inhumano. Al despiadado de Shadow the hedgehog.



Caminamos durante un largo rato en el bosque, sin intercambiar palabra alguna. Él iba siempre al frente; a veces aceleraba el paso, otras frenaba de súbito, pero en ningún momento me atreví a dar un sólo paso más que Shadow. No podía ver su rostro. Bueno… en realidad no quería ver su rostro. Aquella escena de momentos atrás me había dejado tenso, no quería imaginarme en qué estado se encontraría él.

En ningún momento soltó de mi brazo. Estábamos de regreso. ¿Por qué? No lo sé. Un momento me arrastra fuera de la ciudad y al siguiente me lleva de regreso. 

Sé que no había abandonado este lugar ni por veinticuatro horas, y que a él no lo había visto tan sólo una semana, pero igual tenía esta extraña confusión. Al volver, sentirme rodeado de tanta gente y de todas esas gigantescas construcciones… todo se sentía ajeno. Sin darme cuenta, fui yo quien terminó aferrándose a su brazo, viendo a todo lado con gran desconcierto, sin saber exactamente por qué.

Bien, recorrimos el lugar durante casi veinte minutos y terminé aún más desconcertado cuando nos detuvimos. Tenía mis codos contra la mesa y mi cabeza apoyada en mis manos mientras lo observaba. Él no me veía, estaba perdido en lo suyo. Sin darme cuenta, me había arrastrado a una heladería y él no dejaba de devorar postre tras postre.

- Shadow, entiendo que tengas hambre, pero…

- ¿Por qué estás aquí? – Dijo con la boca llena, bajando su plato bruscamente, observándome con seriedad.

- Era exactamente lo que te iba a pregunta, aunque iba a ser más bien un “¿Qué hacemos aquí?” Pero bueno, supongo que ya lo hiciste tú, aunque de otra manera, entonces… - Lo vi al rostro. Seguía igual. Yo estaba nervioso. - ¿Qué te digo? Vivo en Jewel City, claro que me ibas a encontrar.

- ¿Yo? ¿A ti? - Tragó su gran bocado. - Esta ciudad es enorme y tú no dejabas de mirar a todos lados. ¿Verdad que me estabas buscando? – Dijo sonriendo burlonamente, apuntándome con su cuchara.

- Sí, Shadow, sí. Ya te dije que sí en el bosque, ¿acaso te lo tengo que repetir?

- Me gusta que lo repitas. – Dio un último bocado y continuó con el siguiente platillo. – Quería saber más bien la razón.

- ¿Qué razón? No hay mayor misterio. Quise enmendar mi error. Cuando enfrentamos a esos sujetos la semana pasada y te marchaste de súbito, me sentí en verdad terrible. – Cerré los ojos al recordar lo sucedido. Me daba mucha vergüenza tan sólo pensarlo, no se diga recordárselo.

- Pero no aprendiste la lección y volviste a hacerlo.

- Lo sé, lo sé. Basta, Shadow. – Froté mi rostro con mis dedos, masajeando. – Pero no soy un inútil y seguiré intentándolo. Intentaré cuantas veces sean necesarias para demostrarte que puedo ayudarte.

- Oye, no, tú basta. – Interrumpió limpiándose los labios con su antebrazo. – En primer lugar, no necesito tu ayuda. Para nada. Estoy perfectamente bien solo. Y en segunda, ¿crees que te cederé mi tiempo? ¿Quién crees que soy? No aguantaré fracaso tras fracaso hasta que te dignes a hacerlo bien. 

- Pues no pienso fallar. – Repliqué tornándome serio, levantándome de mi asiento y colocando mis manos contra la mesa. – No lo haré, no fallaré. 

- Entonces no perdamos más tiempo. – Se levantó igualmente, desinteresado, sin siquiera mirarme. – Vamos.

Nuevamente callé y únicamente lo seguí. Ya habría tiempo para preguntas después. Solté un billete grande en la mesa y nos marchamos en seguida. Poco importaba si cubría la cuenta. Espero.

Nos adentramos en la ciudad. No sabía con certeza a dónde me quería llevar o para qué, qué tenía en mente y cuál era su verdadero propósito, pero seguía sin animarme a preguntárselo… o siquiera a hablarle. Antes, cuando me insultaba, me entretenía, pues sabía que era resultado de su mal carácter. Ahora, únicamente me sentía inseguro, e incluso temeroso de conocer sus verdaderos pensamientos. Me sentía un inútil.

Frenó de golpe. Frenamos de golpe cuando escuchamos su estómago rugir.

- Rayos, creo que todavía tengo hambre.

- No, no es eso.- Dije cuando lo vi directo al rostro. – Estás pálido. De seguro fue porque comiste muy rápido. Vamos a sentarnos. – Me acerqué a él y le ofrecí mi hombro. Se veía terrible.

- Hmm, vamos. – Pero hizo caso omiso de mi gesto, como era de esperarse.

Nos sentamos en la primera banca que encontramos. Por suerte, se encontraba en una zona tranquila, cerca de casas, rodeada de árboles y aislada de ruido. El suelo estaba empedrado, lo cual apreciaba mucho más que el concreto, y casi no pasaba ni un solo coche.

- Oye. – Finalmente me atreví a hablar. – Dijiste que querías que te explicara algunas cosas, ¿no?

- Así es. – No me miraba. Se limitó únicamente a tomar asiento, con las manos juntas sobre su estómago. Observaba al cielo.

- Bueno, ¿qué cosas?

- Será después. - Me quedé estupefacto al verlo relajarse en su asiento, sentándose con tanto desinterés. – Tú eres quien tenía dudas, ¿no?

- En realidad, tengo muchas.

- Adelante, pregunta.

- ¿Cómo te sientes? – Me incliné hacia el frente, sin dejar de verlo al rostro.

- ¿En serio? Vaya niño. - Torció los ojos. - … Me siento mejor, gracias.

- Me alegro, aunque me refiero en general… ¿Cómo has estado estos últimos días?

- Bueno, no podría quejarme. ¿Para qué te miento? Nada es bueno, nada es malo. No me siento precisamente bien.

- Oh, ya veo... ¿Hay algún motivo en especial? – Me tomó varios segundos atreverme a preguntar.

- No realmente. Nunca había deparado en cuestión tan absurda. ¿Debería de haberlo? – Regresó a verme, curioso. - … ¿Cómo has estado tú?

- ¿De verdad te interesa saber? – Pregunté sorprendido, pero de cierta manera contento.

- ... No, en realidad no. Lo siento. – Se recargó nuevamente contra el respaldo de la banca de metal, juntando sus manos. Pasaron al menos cinco minutos de silencio cuando soltó de súbito una pregunta completamente inesperada. - ¿Está todo bien en tu vida amorosa? ¿Sigues pensando en Amy? No quisiera sonar estúpido, pero el amor suele ser una razón para sentirse mal, ¿no?

- Sí, Shadow, lo es, gracias por recordármelo.

- ¿No debía recordártelo? Lo siento. – Al principio, pensé que se estaba burlando. Después, al ver su rostro de reojo, entendí que él en realidad no lo había comprendido, y que en verdad lamentaba lo que había dicho. – Espero que no estés sufriendo. No tendrías por qué. Igual siempre supe que no estabas más que ilusionado con su rostro bonito.

Su forma de comentar las cosas siempre era fría, pero él no lo hacía con la intención de fastidiar ni de herir. Esa era su forma de interactuar con otros, de socializar. Es directo, y a veces que te digan las cosas como son es doloroso. Pero él tenía razón, finalmente. 

No respondí nada, no porque el tema me incomodara, sino que hablar con él seguía resultándome intimidante. Mis piernas temblaban más conforme el silencio se sentía más eterno.

- Esto es aburrido. – Se levantó y empezó a alejarse. Se detuvo, regresó a verme. - ¿No piensas moverte tampoco?

- ¡Ah! ¡Sí!

Confundido, seguí su paso nuevamente, sin rumbo, él al frente. Terminamos adentrándonos en el parque más cercando que encontramos. Aún había luz solar, así que todavía podía verse gente caminando, niños jugando y animalitos corriendo.

Nos detuvimos unos instantes frente a una clase de evento. Un grupo de gente tocaba música sin un instrumento en específico. Sus voces hacían la música y sus pisadas el ritmo; el mundo era su instrumento. Una gran variedad de personas se había reunido. Lo disfrutaban y acompañaban a los músicos con aplausos y gritos. Shadow era el único que se encontraba quieto, observando. Noté su pie dando breves pisadas y su cabeza asintiendo al son de la música. Él también lo estaba disfrutando. No pude reprimir una sonrisa al verlo de esa manera. Sin embargo, nos marchamos casi instantáneamente.

Fue una larga caminata. Se detuvo frente a un pequeño lago y se recargó contra un barandal que impedía el paso y observó durante unos instantes a los patos. Luego, al cielo.

- ¿Qué estamos haciendo? – Pregunté cruzándome de brazos, alzando las cejas, desconfiado. Creí que era a él a quien le disgustaba perder el tiempo. - ¿Acaso no tenemos cosas que hacer? ¿Mantenernos informados? ¿Formar un plan o algo? ¿Qué tanto analizas?

- Bien. La verdad es que sólo tengo una pregunta para ti.

- Adelante, con gusto te responderé.

- ¿Por qué has estado tan callado hoy?

- ¿Qué?

Me incliné hacia atrás involuntariamente, sorprendido. Me regresó a ver con seriedad, recargando su espalda contra la barra.

- Te dije que estaba aburrido, ¿qué pasó con ese bufón que se la pasaba balbuceando y parloteando, contagiando su buen humor y absurda alegría?

- Pues… - Agaché la cabeza, apenado. – Te dije que haría lo que fuera por ayudarte y no ser una pérdida de tiempo. Crees que soy muy inmaduro, y si tengo que cambiar eso...

- No es necesario. – Dejó caer su cabeza hacia atrás, observando directamente al cielo, que empezaba a oscurecer. – Si vas a meditar cada paso que das, entonces olvídalo. Prefiero continuar solo.

- Pero te molestan mis comentarios, ¿no es así?

- Sí, pero también me entretienen. Y a ti te mantienen despierto, alerta. Además, prefiero eso a que pretendas ser alguien que no eres si vas a estar actuando como una nenita todo el tiempo.

Sonreí, aunque tímido. No quería que lo notara y que ello le molestara. No obstante, cambié de expresión al deparar nuevamente en su rostro. Había apoyado todo su cuerpo, como si apenas pudiera sostenerse de pie. Estaba sumamente pálido.

- Shadow, ¿qué te impide usarme como bastón? ¿Tu orgullo?

- No quiero tocarte.

- No seas ridículo. - Lo forcé a apoyarse contra mí, digo, no es como que tuviera fuerza suficiente para objetar.

- Tú no seas ridículo, no es para tanto. Estoy bien, te digo que sólo tengo hambre.

- Entonces vamos a comer. - Ahora sí no pude reprimir una sonrisa. - Pero nada de golosinas ni postres. Comerás bien.

- Entonces no. - Refunfuñó y yo reí. Regresó a verme con amargura, como solía hacer, y siguió mi paso sin quejarse. En realidad, fui YO quien terminó siguiendo su paso, y terminamos en un local de comida rápida. Vaya sorpresa.

- Dame la orden tres, cinco y ocho. Agranda las papas y achica la bebida a cambio de más carne y menos pepinillos. ¿Puedes batir el pastelito junto con la malteada? Sí, sí, tú sólo hazlo, confía en mí.

- ¿Eso sería todo?

- Y una ensalada.

- ¿Para qué una ensalada? - Dijo entre dientes, desaprobándome.

- Te pediré al menos una ensalada. Y si no te la comes, me rehúso a pagarte todo esto.

- Ugh, y a mí me llamas aguafiestas. Bueno, bueno, y una ensalada... con pollo... - Regresé a verlo, frunciendo el ceño. -... y salsa... ... ... y sin tomate.

Solté un suspiro y pagué la cuenta. El dinero que calculé para un mes se iría en un día.

Nos sentamos en una mesa junto a un gran vidrio. Yo había terminado mi hamburguesa y no hacía más que verlo a él comer. Era verdad que tenía mucha hambre, pero no por ello debería de comer tan bestialmente. 

Él no me veía, por lo cual no había riesgo de que descubriera lo que estaba pensando, y era en lo difícil que ha de ser sobrevivir y valerse por uno mismo. Quería saber si siempre había sido así, o cómo eran las cosas antes para él. Pero si bien ya me había animado a hablarle con naturalidad, definitivamente no sabía aun cuándo me atrevería a plantearle todas mis dudas. O si él se dignaría a responder.

Después de varios minutos salimos y continuamos caminando. Soplaba mucho viento y me arrepentí en ese momento de haberme ido con esta chamarra tan delgada. Finalmente cayó la noche.

- Oye, es tarde. Deberíamos marcharnos.

- No me digas que te da miedo un poco de oscuridad.

- No me da buena espina esta zona, es todo. No deberíamos meternos en problemas innecesarios.

- De acuerdo. Vamos a tu casa en ese caso. - Avanzó, como si estuviera seguro de qué camino seguir. - Si no tienes nada que preguntarme, entonces yo hablaré. Pero no me fío de hablarlo tan públicamente. 

Me dio la espalda y continuó andando. Seguí sus pasos con sigilo, escuchaba y callaba. Yo era ahora la sombra de Shadow.

- Definitivamente tengo muchas preguntas que hacerte. - Dije de súbito, deteniéndome y tragando saliva. Él me regresó a ver impresionado, pero atento.

- Y aun así preferiste callar todo este tiempo.

- Lo siento. – Dije cerrando los ojos y mis manos con fuerza, sin poder impedir que mi rostro se calentara de la vergüenza. – Sé que soy un estorbo, y una gran pérdida de tiempo, pero de verdad temía pisar terreno peligroso. Perdón si soy precavido con cada paso que doy, no me arriesgaré a decir algo que te vuelva a enojar como lo hizo aquella vez. – Era la primera que me sentía así, mi voz parecía perder fuerza con cada nueva palabra que pronunciaba. Alcé la voz. - Está bien, Shadow. Perdóname si llego a ser muy personal o me entrometo mucho, pero me dirás todo lo que quiero saber, nada de detalles ocultos. Y exijo siempre una respuesta, sin mentiras. 

- …Vaya niño.



Me dio la espalda y continuó su rumbo. Todavía quería que lo siguiera. No me había dicho que sí, pero tampoco había dicho que no, y eso era algo. Había perdido toda la tarde ahogando mis dudas. Qué tonto había sido, pero al menos ya estaban varias cosas aclaradas en mi mente. Y, lo más importante de todo, es que parecía que había ganado su confianza. O mejor dicho, la había recuperado. Volvíamos a ser un equipo.




Nuestro destino era su casa. Sé que ya era costumbre que nuestras caminatas fueran silenciosas, pero ahora no se debía a que yo acelerara el paso o callara al erizo. Había optado por ser más reservado, y ello implicaba ahorrarse sus anécdotas. No sería difícil acostumbrarme. Sin embargo, fui yo quien terminó rompiendo el silencio.

- Necesitamos un plan. – Detuve el paso, sin regresar la mirada y conservando mi semblante, siempre pensando. - ¿Ves esas cosas? – Dije señalando en dirección a la repisa de una tienda. Él asintió. – Necesitamos un par.

- Amy me regaló un celular antes de que me fuera. Podría usar ese y únicamente compraríamos uno para ti. 

- La idea es mantenernos comunicados tú y yo, no darle la oportunidad a esa niña de que te acose. – Entré, dándole la espalda.

- No seas ridículo, ella no es así. – Dijo en su defensa, siguiéndome.

- Claro, no faltó a clases para salir a buscarte en la mañana por toda la ciudad. – Hablé deteniéndome tras gente que hacía fila, frente al mostrador, apoyando mi brazo contra éste, observando al erizo burlonamente. - Nadie garantiza que no seguirá buscándote.

- Nadie garantiza que siga buscándome. Además, tú mismo la viste destruir su celular, ¿cómo podría contactarme?

- Tiene una adicción a los celulares, ¿acaso no crees que tenga unos cuantos cientos de repuesto?

- No, claro que… bueno, si lo pones de esa manera… - Dijo tanteando con los dedos, haciendo memoria. – Sí, definitivamente tiene más.

- Ahora nos caería bien que no hubieses terminado con ella, experto en el amor.

- Deja de molestarme con eso. - Solté una carcajada al verlo molesto. 

- No te molesto, me alegro por ti. Así ya no tienes nada que te ate a esta ciudad, al menos no algo tan absurdo como una novia. Tal vez pronto la olvides y comiences a concentrarte en cosas más importantes. 

- Eres muy apático con este tema, Shadow. - Dijo colocando una mano contra su barbilla, esbozando una sonrisa. - Me pregunto qué te tiene así, ¿acaso será una chica? 

- ¿Una chica? 

- Sí. - Respondió de manera picara. – No lo sé, tal vez te gustaba alguien y no fuiste correspondido. ¿Algo por el estilo te tendrá frustrado? ¿O te da pena hablar de ello? 

- Nunca me ha gustado nadie. 

- ¿De verdad nadie? ¿Nunca has conocido a alguna chica cuya mirada haya sido suficiente para cambiarte? ¿Qué verla a los ojos bastara para estremecerte? 

- Mmmh, si lo pones así, tal vez haya alguien... - Me quedé pensativo, y mi reacción por alguna razón sorprendió al erizo. Después de un tiempo, había recordado a aquella chica de Downhood, Rouge. Quien pudiera verla directamente a los ojos comprendería a qué me refería. Definitivamente tenía una mirada penetrante, peor que la de cualquiera de esos espíritus.

- ¡Quiero detalles sobre esta chica! – Añadió con una sonrisa… inusual. Me puso nervioso verlo así. Creía que se encontraba mal, y que incluso estaba fingiendo, pero al comprender sus intenciones, torcí la mirada. 

- No tiene nada de relevante, si acaso estás pensando en lo que creo que estás pensando. 

- Shadow está enamorado. – Cantó irritantemente. 

- De todas las estupideces que me has dicho, está ha sido la más estúpida. – Dije sin poder reprimir un quejido, cerrando los ojos con disgusto. – Bueno, cree lo que quieras, pero no te claves con ninguna idea absurda. 

- ¿Qué podría ser una idea absurda? – Preguntó pícaramente una vez más. 

- No lo sé… ¿creer que estás enamorado de Amy y terminar con ella a la semana? Porque eso sí fue absurdo. 

Reí al escucharlo refunfuñar. Sin embargo, la charla fue interrumpida cuando llegó al final de la fila y empezó a negociar. Para nuestra suerte, tenían un último par de comunicadores con un único fin; comunicar. Detestaba los celulares por tener tantos accesorios y que ninguno de ellos funcionara como debería.

Nos marchamos apenas conseguimos lo que buscábamos. Continuó el silencio, y lo agradecía, pero ahora tenía un poco de curiosidad. No era enteramente de mi interés, mas confieso que quería saber qué rayos le sucedía. El idiota había actuado aún más infantil de lo habitual, y aunque consideraba que era un paso adelante que se diera cuenta de su inutilidad, no soportaba la idea de su nuevo yo. Supongo que peor era nada, pero no por ello dejaba de intrigarme su actitud. O fastidiarme.

Cuando llegamos, fue la primera vez que dio un paso delante de mí. Iba directo a abrir la puerta de su casa cuando escuchó un ruido y regresó la mirada. Me había dejado caer contra el césped.

- Te ves muy cómodo así. – Tenía los ojos cerrados, por lo cual no noté cuando se acercó.

- Para qué te miento, extrañaba esta sensación. – Respondí después de unos instantes. Pese a que soplaba viento, la frescura del pasto me había recibido agradablemente. Me había perdido. 

- ¿No hay pasto donde estuviste? – Dijo al momento que se sentó a mi lado.

- En realidad, sí, sí lo hay, pero no es una sensación grata. – Solté un suspiro. – De donde vengo, ni siquiera se antoja tirarse a relajarse ni a calmarse. Esas cosas no existen allá, de todas formas.

- Shadow. – Dijo mi nombre nervioso, tragando saliva. – Esa es una duda, por cierto. Sé que estuviste en Downhood estos últimos días, ¿o me equivoco? 

Hice una pausa entre su pregunta y mi respuesta. Por alguna razón, aunque la respuesta era obvia, me costaba hablar.

- Soy de Downhood, claro que iría allá, ¿a dónde más si no?

Él se había recostado a mi lado, destruyendo por completo mi buen humor al hacerlo.

- Pero yo sé que escondes algo más. Sé que no estuviste siempre ahí, y fuiste a algún otro lado, ¿o es que en verdad todo lo malo que sucede en tu vida es por culpa de esa ciudad?

- Sí, Sonic, absolutamente todo es culpa de esa ciudad. – Dije levantándome de súbito, ahogando mi enojo. - ¿Alguna otra pregunta?

Me ponía de muy mal humor pensar en aquel lugar. Tenía mis manos contra mi cintura y lo observaba a él molesto, no pude ocultarlo. Él únicamente se sentó, dirigiéndome igualmente una mirada, pero él más bien se mostraba triste. 

- Mi pregunta es... ¿quién eres tú? 

Cambió mi expresión por completo. Estaba acostumbrado a que me hicieran aquella absurda pregunta, pero esta vez sentí algo diferente. ¿Le importaba de verdad saber algo de mi vida? La sensación era una mezcla de incomodidad y disgusto, que finalmente terminó por volverse de entero disgusto. No soportaba esa cara de cachorro llorón con la que delataba que sentía lástima por mí.

- La verdad, no sé qué clase de respuesta esperas, no sé realmente qué clase de respuesta espera la gente cada que me preguntan eso. – Respondí cruzándome de brazos. – Soy lo que ves, ¿quieres una biografía entera o algo? Pierdes tu tiempo. Si bien soy resultado de mi pasado, nada me ata a él. En este presente, todavía tengo la completa libertad de decidir quién seré. Además, no sólo puedes ir por ahí definiendo a la gente. Te pregunto, ¿quién eres tú? ¿Se puede responder a eso? – Callé antes de decir algo ofensivo, porque definitivamente yo sí podía definir a aquel erizo. Pero, como había dicho él, era mejor no meterme en problemas innecesarios.

- Está bien, intentémoslo así; ¿cómo terminaste involucrándote en todo este asunto de los espíritus? Porque tengo entendido que has luchado contra varios de ellos.

- Ya te lo dije. Fue por…

- Casualidad, sí, eso ya lo sé. – Dijo por primera vez tornándose serio, e incluso impaciente. – Te enfrentaste a alguien, y te derrotó. ¿Y luego?

- A ver, a ver. Si alguien va a contar mi historia, ese seré yo. Cállate y escucha. – Interrumpí colocando mi dedo frente a su rostro. Al cabo de unos instantes alcé los brazos y desvié la mirada, dejándome caer de espaldas contra el césped. – Bien; Downhood, noche, camino a casa. Eso. Yo habitaba una vieja casa junto con otros tres inquilinos cuando, de repente, una noche como cualquiera, al regresar, encontré a esos tres muertos. Y a una niña. – Contaba mi historia mientras me frotaba las sienes con los dedos. Es verdad que desde aquel día no dejaba de recordar todo lo sucedido, y que todo era tan claro en mis sueños, pero por alguna razón contarla abiertamente era todo lo contrario. Me costaba recordar. – Me dijo que tuviera cuidado y fue ahí cuando apareció el sujeto en cuestión. Sentí al instante algo sobrenatural en él, pero preferí ignorarlo. Grave error. ¿Cómo me iba a imaginar que era uno de esos insoportables espíritus? Hoy en día me cuesta creer que existen, no se diga en aquel remoto pasado. Parecía un ave cualquiera.

- Entiendo la sensación.

- Cállate, déjame continuar. 

Cerré los ojos y me concentré únicamente en mi respiración. Recordar era doloroso, contárselo a alguien era humillante, y que ese alguien fuera él lo hacía todavía más degradante. Pero había vuelto a la ciudad con un único propósito y no me retractaría ahora, por más difícil que fuera. Pensaba que lo mejor sería escupirlo, y definitivamente no meditar en lo absoluto lo que estaba por hacer. Finalmente, hablé. 

– Bien, perdí en combate. Me dio directamente con esa extraña ráfaga de energía. Creí que ese sería mi fin, que mi cuerpo quedaría tirado en las afueras de Downhood, olvidado. Ya ves que no fue así. Cuando finalmente pude abrir los ojos, continuaba ahí tirado. Apenas podía ver, no se diga moverme. Mi piel había dejado de arder gracias a las últimas gotas de lluvia, pero la sangre no dejaba de fluir fuera de mi cuerpo. - Pensaba que había tenido la oportunidad de despertar únicamente para mirar mi estado, para conocer la manera en la que moriría, pues era un milagro que recuperara la consciencia después de un accidente como ese, aunque fuese por un breve instante. - Fue ahí cuando lo conocí. – No pude reprimir un suspiro. - Llegó en un vehículo y se estacionó frente a mí. Me rodeó a paso lento, con sus manos tras la espalda. Ni siquiera me dirigió una palabra, no había nada más en su rostro que concentración. Abrió los ojos con gran sorpresa de súbito, como si tan sólo apenas hubiera notado el gran hueco en mi pecho. No, él vio algo más, ¿salvarle la vida a un desconocido? Él no es así. Ahora entiendo que ese loco profesor sólo salva vidas a cambio, precisamente, de la vida de quien ha salvado. Así es como, después de experimentar con mi cuerpo, diríase que me regresó a la vida.

Mis ojos habían permanecido cerrados durante todo el relato. Mis manos trataron de cubrir mi rostro, pero ello no disiparía la vergüenza. Si bien ya había conseguido levantarme, una vez más me había dejado caer. No obstante, esta vez el erizo impidió que tocara el suelo, deteniéndome de los brazos. No lo veía, y no lo quería ver. 

- Así que dicho profesor sólo te salvó la vida a cambio de que le hicieras favores.

- ¿Favores? ¡No sabes el infierno que me hizo vivir durante los siguientes tres meses! – Regresé a mirarlo, furioso. No estaba molesto con él, estaba molesto con los recuerdos. - No me fiaba de ese sujeto que tanto sabía de tan misterioso asunto. – Lo recordaba tan lúcidamente, “¡Prefiero la muerte!”. Su risa aquel día, ese terrible artefacto... –…Me hizo una oferta que no pude rechazar.

Llegamos a su casa a paso pesado, yo seguía apoyado contra él. Subir las escaleras fue un martirio, pero fue un alivio cuando finalmente me pude echar contra la cama, sintiendo la frescura de la almohada contra mi rostro. Por unos instantes conseguí olvidar lo que había dicho momentos atrás. Sin embargo, reanudé.

- Soy el esclavo del profesor Eggman.

Mi respiración se agitó y mi cuerpo empezó a temblar. Hacía lo posible por olvidar, en vano. No podía retractarme ahora. Esto era lo de menos, y él lo sabía. Sabía que no podía seguir viviendo sin ayuda. Había llegado el momento que siempre había temido. Revelaría mi secreto. A partir de ahora, quedaría completamente vulnerable frente a Sonic.

Él erizo se sentó a un lado mío, al borde de la cama. Calló durante unos instantes. Eso estuvo bien, pues yo también necesitaba un poco de silencio. Mis pensamientos ya no tenían orden alguno y ya no quería seguir respondiendo preguntas, pero no podía dejarlo así, no cuando había omitido absolutamente todos los detalles. Todavía no le había dicho lo que tenía que decirle, lo más esencial.

- Shadow… - No era difícil advertir que cada vez que iniciaba una oración con mi nombre era porque se encontraba nervioso. Para mi sorpresa, esta vez la pausa que hizo fue mucho más larga que de costumbre. Tuve que preguntarle qué tenía en mente para que finalmente hablara. - ¿Quién es Miracle?

- Es el perro del profesor Eggman. - Respondí soltando una breve carcajada, sin poder ocultar cierto disgusto. - Él es quien me encontró tirado en el bosque, el que encabezaba nuestro "equipo" en contra de esos espíritus, pero esos seres son lo de menos en comparación a él. – Me levanté de súbito, lo suficiente como para regresar a ver al erizo. Gran parte de mi cuerpo continuaba tendido sobre la cama. - El profesor Eggman es malvado, un ser del que no te puedes fiar en lo absoluto. ¿Ahora lo entiendes?

- En realidad, no era la respuesta que esperaba. – Respondió tímido, desviando la mirada. Me resultaba extraño verlo de esa manera, incluso me resultaba molesto.

- ¿Entonces qué respuesta esperabas?

- ¿Cómo es que terminó involucrándose ella en todo esto? La chica del bosque, ¿cómo se conocieron ustedes dos? Y, bueno… - Calló una última pregunta, bajando la mirada. No se mostró muy convencido de hacerla, por lo cual simplemente respondí a las otras dos.

- Entiendo. – Dije sentándome, tranquilizándome, manteniéndome serio. – Su historia no es muy distinta a la mía, pero ella no se encontraba al borde de la muerte cuando se conocieron, sólo estaba en gran peligro. Yo estuve ahí cuando la reclutó. O bueno, cuando ella le ofreció su libertad a cambio de nada.

- ¿Me contarías cómo fue?

- Vomitaré la historia, pues no es algo que medite mucho, así que si no entiendes algo allá tú. – Primero, recordé la escena para mis adentros. Conforme visualizaba algo, hablaba y hablaba, y con suerte sería claro. No se me daba contar cosas, pero bien, lo intentaría. - La perseguían dos de esos seres y ella estaba perdida en el bosque. Yo estaba afuera, tomando aire. Bueno, no, en realidad me encontraba rompiéndome la cabeza pensando. Tropezó apenas a unos metros frente al laboratorio del profesor. Al verla enredada en aquella situación, la di por muerta, pero igual decidí interferir. Esos sujetos eran particularmente especiales, un par de pandas que eran apenas unos niños, pero lo creas o no incluso yo temí por mi vida al enfrentarlos. En esos tiempos era yo quien usaba la espada, pero no lograba cortarlos con ella. Eran oponentes en verdad peligrosos, peleaban con una gracia envidiable. – Me interrumpí al ver su rostro confundido. - ¿Alguna duda? ¿O acaso no soy claro?

- No, tranquilo, sólo tengo una pequeña duda. ¿De qué espada me hablas? ¿Acaso era esa misma que buscaban esas aves en Jewel City?

- Exactamente. – Me crucé de brazos y asentí.

- ¿Tiene algo de especial? Bueno, creo que eso ya lo confirmé con mis propios ojos. – Se respondió a sí mismo, acompañado de una de sus clásicas risitas de bobo. - La pregunta es, ¿por qué?

– En resumidas palabras, se supone que la espada es el única arma que se conserva de los tiempos de aquellos espíritus, de un teniente de nombre Hamadi. O bueno, eso es lo que sé por palabras del profesor Eggman, quien cree que todos estos seres que merodean por el mundo murieron a manos de esa espada. Bien, no me preguntes por qué, pero él sostiene que, si pudo eliminarlos en el pasado, puede eliminarlos en este presente. Lo peor del caso es que, con el tiempo, me he dado cuenta de que tenía razón. Esa espada contiene algo de extraordinario, al igual que esas criaturas, y sirve bastante bien para combatirlas.

- Pero hay algo que no cuadra. – Interrumpió acercándose a mí, cruzándose igualmente de brazos. – Si es cierto que ese sujeto era de un cargo altísimo, y todos ellos murieron específicamente ante el filo de esa espada, ¿cómo explicas que haya civiles entre los espíritus que vemos? O bueno, al menos esos tres tucanes no tenían pinta de haber estado involucrados en guerra.

- Ni ese par de niños, ni muchos otros con los que me he topado. También he pensado en eso, pero no importa cuánto lo piense y qué tanto sentido me haga, no es como que pueda confirmar que estoy en lo cierto. Lo único que sé es que nos referimos a seres que vivieron en una época fatal. En las condiciones en las que vivían, según tengo entendido, no me sorprendería enterarme que los ciudadanos actuaran como animales por supervivencia.

- Tal vez la espada conserve algo de la esencia del tal Hamadi.

- No soy la persona indicada para responder.

- Entiendo. – Sonic se dejó caer contra la cama, soltando un suspiro. Hice lo mismo que él. No soportaba teorizar sin fundamentos, peor sin respuestas. – Continúa.

- Sin darme cuenta, ya me tenían contra un muro entre los dos. Casi sin oxígeno, alcancé a pedirle a esa inútil que tomara la espada y los atacara con ella. Poco importaba si sabía usar un arma o no, con que el filo los tocara bastaría. – Recordaba a esos mocosos a la perfección, tenían de los rostros más terribles que haya visto alguna vez. Estaban decididos a matarnos, no porque quisieran la espada o porque Miracle les hubiera hecho algo. No, eran de esos espíritus que destruían para pasar el rato. - Fue la primera vez que vimos a la espada actuar de forma inusual y confirmamos ese día que, en efecto, era especial. Bueno, no. Yo supe que la espada era especial mientras que el profesor Eggman creyó que la niña era especial y le pidió que se nos uniera. No tuvo que recurrir al chantaje para que aceptara, y a partir de entonces nos volvimos, sorpresa sorpresa, parte del mismo equipo.

- Pero… es bastante joven, ¿acaso no es apenas una niña? – Cuestionó con dificultad, quizá tratando de recordar su rostro.

- Es verdad que el rostro de Miracle es bastante tierno, pero no, ella apenas es algo menor que tú. Si no me equivoco, también tiene dieciséis años… ¿Tienes dieciséis años, verdad?

- Espera, ¿te acuerdas más de su edad que de la mía? ¿Qué acaso no la odias? – Sonic me vio al rostro con desconcierto, yo sólo reí al verlo así. Me entretenía, aunque no entendía por qué era de su interés.

- No la odio, sólo la detesto. – Respondí desviando la mirada, soltando un suspiro de fastidio. - No me gusta el término odiar, implica conferirle tiempo a una persona, y ella no se merece mi tiempo. Por eso el profesor Eggman es otra cosa. A él sí lo odio, y odio todavía más la idea de desperdiciar mi tiempo pensando en él, aunque sea para detestarlo en silencio.

- No te gusta pensar en la gente, ¿verdad?

- Entre menos piense en la gente, mejor. – Le di la espalda. Seguía recostado en la cama, con los ojos cerrados. El tema se estaba desviando, y aunque quería aprovechar la ocasión, reanudé. - El profesor Eggman sabía demasiado, no me fío de la gente que sabe demasiado. Me contó bastantes cosas con el único propósito de burlarse de mí, y a Miracle le ocultó absolutamente todo. Ella no sabe nada. Cuando comprendió que ella no tenía absolutamente nada de especial, en vez de simplemente sacarla de la operación, prefirió seguir con su jueguito. Le hacía creer que era vital para la misión haciéndola ir en busca de información que él ya sabía de antemano. Sólo juega con nosotros. Él es quien está detrás de todo esto. No sé cómo o por qué, ni tampoco es como que quisiera saber. – Agarré la almohada y la coloqué sobre mi cabeza. Presionaba más conforme hablaba, ya no quería escuchar. – Sólo quiero que me dejen en paz.

- Shadow… - Me asusté al abrir los ojos y ver que se había cambiado al otro lado de la cama, su rostro frente al mío. - ¿Sabes? Cuando nos conocimos, te dije una de las más grandes verdades de la vida. Seguramente no la recuerdas, pues te desmayaste cuando la dije. – Esbozó una sonrisa, desviando la mirada por unos breves instantes. Él se encontraba apenado, pero yo lo estaba todavía más al escuchar sus palabras. Una parte de mí tenía curiosidad, quería que me sorprendiera, pero otra desconfiaba. – “Calma… Aquí estás a salvo.”

- Qué niño eres. Definitivamente lo recuerdo. – Respondí sentándome, desviando la mirada. No quería que me viera, pues no pude reprimir una pequeña sonrisa. Él chico podía llegar a ser tan tonto que me divertía más de lo que me hartaba. – Pero no le di importancia.

- Yo tampoco creí que fuera tan importante en aquel momento, no te conocía. – Se sentó a un lado mío, correspondiéndome la sonrisa. – Pero ahora lo hago. Sé quién eres, y definitivamente no dejaré que nada malo te suceda. Eres libre, Shadow.

- No lo entiendes, ¿verdad? No, claro que no lo entiendes. – Para mi sorpresa, había mantenido mi sonrisa hasta este punto, había podido hablar sin trabarme, sin dudarlo. Pero pronto lo pensé y mi sonrisa desapareció al instante. Ya no se había sumergido tras un rostro frío. En mi mirada sólo se podía ver angustia, un gran temor que me impedía hablar. - He estado balbuceando todo el día que no te lo he dicho. Yo no soy libre como crees. – Verlo al rostro lo hacía todo más difícil, él se mostraba sumamente desconcertado, temía por mí. 

Con dedos torpes, finalmente logré quitarme la chamarra que traía puesta, dejando completamente expuesto mi pecho. Se mostró sumamente sorprendido al deparar en la enorme cicatriz que recorría desde mi pecho hasta mi brazo. 

– Antes creía que era esclavo de mis raíces, de esa maldita Downhood que hizo de mí un ser desesperanzado y desdichado. Lo soy. Pero eso no es lo que en verdad me importa.

- No… no te entiendo, Shadow.

Cerré los ojos. Ya no quería verlo. La habitación se vio inundada por un silencio abrumador, al menos para el erizo, yo ya no recordaba lo que era un momento de entero silencio. Seguía sin poder, era difícil. Me odiaba, ahora me odiaba a mí mismo por estar dando tantos rodeos. Finalmente me atreví y lo rodeé con mis brazos, acercándolo a mi pecho. Contenerme parecía imposible, mis ojos me traicionaban, pero conseguí ignorar esta terrible pesadumbre e inundé a Sonic en mi silencio.

Al principio, el erizo no hizo nada. Sentí cuando puso sus manos contra mi pecho, le temblaban. Se pegó a mí todavía más.

- ¿Ahora lo entiendes?

- Shadow… ¿Por qué puedo escuchar tu corazón latir tan violentamente? – Sonic se alejó de súbito, casi de un empujón. Sus ojos estaban bien abiertos, él seguía temblando y había alzado la voz, desesperado, como nunca lo había escuchado. - ¡Ese no es un latido! ¡Por qué suena así! ¡Por qué es distinto! – Bajó la voz, bajó la mirada.- ¿Qué son esas terribles manecillas que suenan tras tu pecho?

- Eso, mi querido Sonic, es mi tiempo contado. – Respondí soltando un suspiro, sosteniendo una ligera sonrisa, seguramente de resignación, colocándome una vez más mi chamarra y abotonándola. – No puedes escuchar mi corazón porque yo ya no tengo uno.

- Eso… eso es obra del profesor Eggman, ¿verdad?

- Sí.

- ¿Y esa… esa fue la terrible propuesta que te hizo? – Volvió a subir la voz, casi volviéndose un grito al terminar su pregunta. Sonic se abalanzó una vez más sobre mí, pero no para escuchar nuevamente. Esta vez fue él quien me atrajo a su cuerpo, rodeándome con sus brazos y presionándome con sus manos, acercándome lo más que pudo.

Estaba confundido, él no era quien tenía un reloj por corazón, él no era quien tenía su vida limitada. Un momento yo era quien tenía el malestar, y ahora él se encontraba peor que devastado. No lo comprendía, y me fastidiaba su actitud. 

- No seas ridículo, erizo, no es para tanto. – Dije en un intento por tranquilizarlo, igualmente tratando de alejarlo, me desagradaba tenerlo tan cerca. Lo que temía, empezaba a ganarse confianza conmigo. 

- ¡Cómo que no es para tanto! – Pero había logrado lo opuesto a tranquilizarlo.

- ¿Quieres escuchar la cruda realidad? Bien, te la diré. – Lo tomé de las muñecas y lo aparté de mí. Su semblante de desesperación había sido reemplazado por uno más bien tímido al verme ahora molesto. No estaba molesto con él, estaba molesto con los recuerdos. – ¡Cómo hubiera preferido que me dejara morir en aquel momento! Estaba a nada de irme cuando decidió jugar al científico loco conmigo. No podía moverme, no podía hacer nada. Cuando finalmente desperté en su tétrico laboratorio, ingenuamente pensé que se trataba de un milagro. Y eso me quiso hacer pensar. Trató de convencerme con una infinidad de mentiras maravillosas, y cuando comprendió que no me uniría a él, que no era de mi interés en lo absoluto, finalmente me dijo la verdad. Me enseñó un despreciable artefacto, el que es capaz de controlar mi corazón desde afuera. Él lo tenía previsto. Si me negaba a hacer lo que me pedía, de nada le serviría y me desecharía, tal como lo harías con un juguete que ya no quieres. ¡Qué mejor chantaje que chantajearme con mi propia vida! 

Me dejé caer contra la cama una última vez, ya no sabía si tendría las agallas para levantarme una vez más y ver al erizo. Mi rostro ardía de vergüenza.

- ¿Pero por qué a ti? ¿Acaso eres el único? ¿Qué gana contigo? ¡No puede forzarte! – Lanzaba pregunta tras pregunta, sin siquiera tener en claro qué rayos era lo que en verdad quería saber. - ¿Por qué tú?

- Me corrijo. Definitivamente vio algo especial en mí. Más bien, lo escuchó. ¿Sabías que mi nombre es muy sonado en Downhood? Lamentablemente, soy una leyenda absurda. – Le di la espalda al erizo nuevamente, ocultando mi rostro contra la almohada. – A la final, no dejo de ser tan común como los demás.

Hubo un largo silencio. En realidad, no sé qué tanto duró. Lo único que podía escuchar era mi propia voz, mis propias palabras, soy el esclavo del profesor Eggman.

- Eso es mentira, Shadow. Te duela aceptarlo, o lo que quieras refutar, sí eres un ser extraordinario. – Dijo Sonic levantándose, todavía permaneciendo a mi lado, preparándose para uno de sus clásicos discursos de héroe aficionado. – No sabemos cuánto tiempo tenemos, cierto, pero tampoco permitiremos que ese loco científico sepa cuánto tiempo te queda. Se lo arrebataremos y te prometo que podrás seguir viviendo.

- ¡Vaya, Sonic! Hasta en el peor de los momentos sabes cómo hacerme reír. – Era verdad, no pude contener una carcajada al escuchar sus absurdas palabras. - ¿Qué te hace pensar que lo lograremos? ¿Iremos amablemente a pedírselo? ¿O lo mataremos y esperaremos curiosos al momento en que la batería interna se desgaste? ¿Por qué lo lograríamos?

- Porque nadie lastima a mis amigos.

En contra de lo que esperaba, esta vez no pude reír. Tampoco me desagradó su comentario del todo, únicamente me sorprendió, al menos los primeros instantes. En breve, una mueca se formó en mi rostro.

- ¿Amigos? ¿En verdad todavía tienes la absurda idea de que tú y yo somos algo más que conocidos? – Me levanté igualmente de la cama, quedando en el lugar opuesto, frente a él. – Escucha, si te dije todo esto, fue por un arrebato de temor, admito que caí en una debilidad. ¡Ahora me arrepiento tanto! Pero bueno, lo hecho, hecho está y nada gano lamentándome.

- Lo que yo lamento es que pienses así. – Me interrumpió de súbito, dando un paso al frente. - ¿Porque sabes algo? Yo no me retracto en lo absoluto de lo que te he dicho. – Su mirada resultaba más penetrante que la mía. Era verdad que su rostro resultaba mucho más fino que el mío, pero su convicción le daba mayor fuerza, consiguiendo silenciarme. – No permitiré que nada malo te suceda.

Me dejó sin palabras, ¿qué le podía decir? Pero el silencio no duró mucho, fue interrumpido por un molesto beep. Nos costó localizarlo, no se diga darle importancia, pero grande fue mi impacto cuando confirmé que provenía de mi pecho. El erizo se asustó, pero pronto se tranquilizó al confirmar que el sonido era producido por un viejo comunicador que jamás había dado uso. Naturalmente, yo más bien me había alarmado, ¿quién más tendría alcance a este tedioso reloj? Apreté absolutamente todos los botones, dudando de qué era lo que en verdad quería lograr, si encenderlo o apagarlo. Finalmente calló, dando entrada a una llamada.

- Cuánto tiempo sin hablar, mi querido amigo…

Escuchar esa voz, tan inesperadamente, tan confiado… se me heló la sangre. Apenas pude dirigirle una mirada al erizo, quien comprendió al instante la situación.

- Vamos, sé que me escuchas, y más te vale escucharme. – Soltó una de sus clásicas carcajadas que conseguían aturdir a cualquiera que la escuchara. – Necesito una respuesta, Shadow, no puedo sólo seguir hablándole al viento. Se trata de un intercambio; la esmeralda por la libertad.

- Sigue hablando, Eggman, te escucho. – Mi respuesta fue bastante acelerada. Pero si yo no hablaba ahora, el erizo, quien había brincado a la cama, hubiera interferido, y lo que menos hubiera querido hubiese sido que supiera que me encontraba con alguien más.

- No te emociones tanto, erizo, que podrías desilusionarte. Esto más bien es una prueba, tengo mucha curiosidad.

- No me interesan tus intenciones, me interesan los detalles del intercambio.

- ¿Darías lo que fuera por tu libertad, verdad? – Volvió a reír. – Pero no hablo de tu libertad, Shadow. No seas absurdo, esa es mía por derecho divino. Hablo de la libertad de tu pequeña amiga, Miracle. – Mi vista se nubló por unos instantes, dejé caer el comunicador al suelo, apenas podía seguir escuchando. Él la tenía, la tenía ya no como un perro, pero como un conejillo de indias. – Es sencillo, la esmeralda por su libertad. No tardes mucho, sabes lo impaciente que puedo llegar a ser. – Una última carcajada, no le di tiempo de colgar cuando con el pie destruí el viejo artefacto sin chistar, sin poder evitar hacer una mueca y dejarme caer contra la cama, cubriéndome el rostro.

- Es mi culpa, es mi culpa, es mi culpa. – Repetí, atropellando las palabras, forzando mis ojos a cerrarse lo más que pudieran. 

- No pienses así, Shadow.

- ¡Cállate! – Interrumpí sentándome de súbito. – Sabía que enviarla resultaría en algo malo para ella, pero ahora que ha sucedido… ¡Agh! – Me dejé caer contra la cama nuevamente.

- ¡No pierdas tiempo lamentándote, Shadow! ¡Tenemos que ir a rescatarla! – Dijo tomándome del brazo, obligándome a levantar una vez más. Su rostro se veía sumamente serio.

- No me lamento, y no pienso ir por ella. Es su culpa por ser tan tonta.

- ¿Y lo que decías momentos atrás? ¿Que era tu culpa? ¿Tu culpa por qué, Shadow?

- ... Porque yo sabía que le esperaba algo malo al volver, pero ahora que ha sucedido, bueno...

- ¿Bueno? ¡Habla, Shadow, habla!

- ¡No me apures, erizo! - Forcé mi brazo libre de su mano, mirándolo al rostro sumamente irritado. - No era motivo para dejarla en mi situación, odiaría saber que le di al profesor un nuevo juguete con el cual pueda experimentar…

Esa era la verdad. No lamentaba haber mandado a Miracle a esa base, sola, pues tarde o temprano tendría que enterarse de la fría naturaleza del profesor Eggman. Lo que en verdad me pesaba, una traición a mí mismo, era pensar que había guiado a alguien por el mismo sendero del cual siempre quise escapar.

- Tenemos que volver, Shadow. - Me sacó de mis pensamientos con su voz suave. - Si tú estuvieras en esa situación, el miedo no sería nada e iría en tu rescate sin dudarlo ni un sólo instante, porque eres mi amigo. Y Miracle es tu amiga.

- De nuevo con tus estupideces en el peor de los momentos. – Caminé unos cuántos pasos al frente, con la mirada gacha. Permanecí meses en ese lugar impidiendo que experimentara con ella, y en un lapso de furia fui yo quien se la entregó. - No lo hago ni por ti ni por ella. - Me lo debía a mí mismo. 

Me encontraba en la puerta al decir aquello último, regresando a ver al erizo tan sólo por unos instantes. Pude ver cómo una gran sonrisa se dibujaba en su rostro, pero lo ignoré al instante y salí de inmediato de esa habitación. En algo tenía razón, no teníamos tiempo que perder en lamentos. Aunque eso yo ya lo sabía de antemano.

No reflexionaba en aquel momento, y así lo prefería. Si lo hacía, daría marcha atrás al instante. Era una locura pensar en devolverle aquella esmeralda, limpiar el desastre de Miracle, y enfrentar una última vez al profesor Eggman.


---------- Aviso de Sam ----------

* 17/03/2018

Saludos ^u^/
Escribir este capítulo fue todo un problema, pero al fin me gustó cómo quedó y espero a ustedes también :3
Shadow vuelve a enfrentarse a oponentes fuertes que no son ni por poco brillantes <3
Espero les guste! : 3
Muchas gracias por su apoyo \^ u ^/
Hasta luego! c: