lunes, 9 de abril de 2018

VI


Nos desplomamos contra el suelo. Mi visión, turbia. Un chillido infernal en mis oídos. Vi su cuerpo tendido en el suelo. Debía estar muerta. Nada más que recuerdos borrosos. Cada paso, una eternidad. No debí haber llegado muy lejos. Volví a caer. 

¿Por qué sigo con vida? 

Desperté, agitado. Una cobija azul me cubría. Estaba en una habitación enorme, techo y piso de madera, acogedora por donde la vieras. Aquel erizo azul de las púas caídas también era real. Lo observaba con estupefacción mientras éste poco a poco abría los ojos, inhalando y exhalando suavemente por la boca. Regresé a ver mi propio cuerpo, quemado por todos lados, todo yo hecho un desastre. Regresé la mirada a él una vez más.

¿Quién demonios era este sujeto? 

- No pensé que despertarías tan pronto. - Frotándose un ojo, comenzaba a incorporase. Una pequeña sonrisa se dibujó en su rostro. - Qué alegría.

- ¿Alegría?

Hubo un largo silencio de por medio. Se reclinó hacia el frente, sus manos apoyadas contra sus piernas. Tuve oportunidad de ver aquellos inusuales ojos verdes una vez más. Comenzaba a incomodarme. La manera en la que me veía aquel sujeto... no sabría cómo describirlo, o por qué lo hacía. Y su sonrisa. ¿Por qué seguía sonriendo de esa manera? Inconscientemente, retrocedí mi cuerpo cuanto pude. ¿Cómo es que podía estar tan tranquilo?

- ¡Oye! - Exclamó de repente, a propósito. - Ya entendí que mi ayuda fue completamente innecesaria. - Desvió la mirada e hizo una breve pausa. - Te hubieras recuperado de todas maneras si no hubiera interferido, ¿verdad? 

Lo miraba con atención. No respondí nada.

Condescendiente, de brazos cruzados y su gran sonrisa, añadió:

- Pero también entiendo que no sería una idea brillante volver a ese lugar, en especial en esa condición. Ni siquiera para alguien como tú. 

- ¡Qué quisiste decir con eso! ¡Acaso me estás retando!

Pero le había causado gracia. Se reclinó una vez más en su asiento, llevándose una mano contra su barbilla y, como si hablara consigo mismo, añadió. 

- Al parecer, todos tenemos nuestros defectos después de todo...

- Puedo ver los tuyos...  - Mi enojo se había disipado. Estaba más confundido que nada, especialmente cuando se tornó tan serio de repente.

- Haya sido lo que haya sido, seas tan fuerte como seas, eres muy afortunado de seguir con vida.

- ¿Afortunado, dices? - Repliqué molesto, tratando de ocultar con mi mano sana la evidencia de quemaduras en mi mejilla. Desvié la mirada. - Sólo me tomaron por sorpresa.

- Pero no me dirás lo que te sucedió... - En efecto, hubo otro silencio. Volvió a sorprenderme cuando al poco tiempo se levantó de súbito, tan triunfante, como si hubiera llegado a la resolución más natural. - Entonces está decidido. Vivirás en esta casa.

- ¡Qué! - ¿Se trataba de verdad de un idiota? ¿Debía recordarle nuestro enfrentamiento en el bosque de momentos atrás? 

- ¿Acaso no es obvio? - Y, como si fuera yo quien no lo entendía, regresó a verme una última vez, sonriendo. - Nos vemos mañana.

Fue todo. Se fue de la habitación.

De verdad... ¿Quién era este idiota? ¿Qué demonios tenía en mente? En serio se estaba esmerando en fastidiarme.

Pero lo único que pude hacer al respecto fue soltar un suspiro.

Por más que odiara aceptarlo, tenía razón. Mi cuerpo estaba hecho un asco y no podía moverme del todo bien. Ni siquiera podía sentir mi brazo. Volver ahora sería una locura. Es verdad que no tenía motivo por el cuál quedarme, pero lo tenía todavía menos para irme. De todas maneras... ¿qué tan lejos podía estar el bosque de aquí? Jamás sospecharía de que me encontrara en el hogar de alguien, al menos no sin suponer que lo tendría de rehén, y no creo que quiera hacer un escándalo. En fin, no se podía negar que se trataba de un buen refugio. Me iría en cuanto tuviera un plan.

No había hecho más que suspirar en todo ese momento. Intentaba convencerme del nuevo rumbo que habría de tomar mi vida a partir de ese momento. La sensación de resignación era tan familiar como siempre.

Comenzaba a cuestionarme quién era el verdadero idiota.

Tuve la sensación más extraña al despertar. El sol brillaba con suma intensidad, pero no era molesto; su calidez me resultaba bastante acogedora. Tampoco había un silencio absoluto. Se podía escuchar a aves e insectos hacer sus cosas de aves e insectos. Se sentía fresco e incluso había un aroma agradable. Me sentí mucho mejor al estirar mi cuerpo. Finalmente podía sentirlo. Había descansado bastante bien... y luego lo recordé todo. Debía disfrutar de esta ilusión mientras durara.

Recordé abruptamente al erizo. En la silla donde había estado el día anterior, ahora había una nueva puesta; unos nuevos guantes y calcetines, y una chamarra oscura un tanto similar a la mía, pero de una calidad totalmente distinta. Desvié la mirada. Qué desagradable sujeto.

Salí de esa habitación con cierta mala espina, observando a todos lados antes de dar el siguiente paso. Me encontraba en medio de un gran pasillo. Tanto a mi derecha como a mi izquierda, habían numerosas puertas y todas ellas se encontraban cerradas. En eso se parecía a mi viejo "hogar", pero el ambiente era completamente distinto. Sí, era como volver a ese laberinto con infinitos pasillos, ¡pero qué hogar! Se trataba de una casa inmensa. Incluso con tantas cajas y pertenencias regadas por ahí, resultaba demasiado amplia. Este sujeto tenía muchas riquezas y vivía solo. ¿No era demasiado arriesgado tenerme como huésped? Qué fastidio. Y pensar que me dejó dormir en su habitación...

- ¡Qué sorpresa! - Me había recibido con aquella sonrisa una vez que bajé al primer piso. - ¡Temía tanto que te hubieras escapado!

- Temor a tal punto que decidiste dormir en el sofá. - Me crucé de brazos sin quitarle la mirada de encima, suspicaz. - ¿En verdad planeabas interceptarme?

Pero su respuesta siempre sería una carcajada.

- Bueno, bien podías haber escapado por la ventana que había en tu habitación, ¿no crees?

Desvió su mirada sin prestar mayor atención, terminando de ajustar sus agujetas. Puso una mano contra su frente, cubriéndose de los fuertes rayos de sol que entraban por la ventana.

- Qué día tan precioso.

Se movía por la casa como si de verdad no le molestara mi presencia. Peor aún, contaba con que lo siguiera. Cedí cuando un aroma en extremo agradable captó por completo mis sentidos. Al entrar en aquella cocina, vi sobre una mesa un tremendo plato de comida lleno de tantas cosas que jamás antes en mi vida había visto juntas. Llevé mis manos contra mi estómago, avergonzado. Rió al escucharlo crujir. No pude contenerme, pero eso a él no le molestó. Se excusaba por su inhabilidad para la cocina y no dejaba de insistir en que me sintiera como en casa, yo sencillamente lo ignoraba. Tenía que tomar vaso de agua tras otro para no ahogarme, pegándome en el pecho constantemente. Él no había dado ni un sólo bocado. No me quitaba esos molestos ojos de encima y nada borraría aquella sonrisa de su rostro.

Me levanté en cuanto terminé. Pasé frente al erizo sin siquiera dirigirle una mirada y regresé nuevamente a la sala de estar. Me dejé caer contra el sofá, pero él nunca vino a fastidiarme. 

No tenía ánimo de meditar y mi plan ahora no consistía en nada más que esperar. ¿Valdría la pena seguir intentándolo? Yo ya había perdido en este juego del cazador y el ratón. Qué divertido sería si el erizo de repente regresara y se encontrara con mi cuerpo muerto tendido en su sofá. ¡Cómo luciría su cara de horror! No pude evitar sonreír con malicia. 

En fin, era demasiado ocio y salí al patio trasero al escuchar tanto ruido. Era el erizo tomándose un baño improvisado con manguera y cubeta en manos.

- No eres más que un niño.

- Sigues usando la misma ropa de ayer. Te vendría bien un cambio. - Acto seguido, me apuntó con la manguera, a punto de tapar una parte de la boquilla con su pulgar.

- ¡Ni siquiera lo pienses! 

Ya comprendía que su respuesta siempre sería una carcajada. Comenzaba a colmarme la paciencia. 

Permanecí apoyado contra un árbol sin quitarle la mirada de encima. A simple vista, parecía un sujeto normal, quizá demasiado libre de preocupaciones. Quería descifrar cuáles eran sus verdaderas intenciones. Aparentaba no percatarse de ello, pero él tampoco me perdía la pista. Se dejó caer contra el césped, soltando un gran suspiro. Pretendía quedarse de esa manera el resto de su vida si yo no cedía primero. Fui y me senté a un lado suyo. 

- ¿Al fin vienes a decirme qué es lo que te sucedió? - Sonrió sin siquiera abrir los ojos.

- Sigues con eso en mente.

- Creo que merezco saberlo. Si te estoy dando refugio, seguramente yo también corro peligro, ¿no crees?

- Más del que crees.

Se sentó de súbito. Me miraba fijamente al rostro, severo. Podía ser un sujeto completamente distinto en cuestión de segundos. Naturalmente, su amistosa sonrisa volvió al instante, como si jamás se hubiera ido de ahí. Me extendió la mano.

- Sonic.

- Shadow. - Respondí desinteresado, sin corresponder su gesto. 

- Vaya, no pensé que sería tan sencillo. - Flexionó las piernas, abrazándolas, todo él compactándose. Se mostraba desilusionado.

- ¿Qué dices? ¿Y por qué tendría que ser difícil? Es más, me gusta que la gente sepa mi nombre. Me gusta que sepan quién soy yo. - Me gusta que ese nombre que alguna vez escucharon con tanto entusiasmo sea el nombre que todo el mundo termina recordando con pavor.

- ¿Ah, sí? ¿Acaso tu nombre es muy conocido? - Regresó a verme sin confiar en mi palabra, curioso.  Incluso, a manera de burla, añadió. - Quiero decir, es la primera vez que escucho de él.

- Al menos lo es en las calles de Downhood.

- ¿Downhood? - Finalmente había logrado perturbar la tranquilidad del erizo. - ¿La famosa ciudad de la muerte? 

Me levanté, mis ojos clavados contra los suyos. Al verme de esa manera, hizo lo mismo. Nadie podía disimular sus nervios frente a mí. No pude contener una sonrisa maliciosa. 

- Es correcto. - Comencé a acercarme a él. Retrocedía un paso a la par que yo adelantaba otro, pero intentaba no dejarse dominar. - "La ciudad de la muerte"... ¿Es así cómo nos recuerdan? - De un rápido movimiento, lo detuve de ambas muñecas. Ya no podía retroceder más. Mi rostro estaba bastante cerca del suyo. Veía con curiosidad aquellos ojos verdes de un brillo intenso, casi irreales, mientras él claro veía con horror los míos. - ¿Te gustan? Los rumores dicen que están teñidos con la sangre de la gente que he matado. - Era ahora mi sonrisa la que lo perturbaba a él.

- ¿Tratas de decirme que es ese el motivo? ¿Estás aquí por tus propios actos?

Así que era por eso que el erizo se reía tanto. Pensaba que mis respuestas eran estúpidas y sólo jugaba conmigo.

- Te diré la primera regla de Downhood, erizo; No seas ingenuo. - No pude contener más mi carcajada al sentir sus brazos temblar de esa manera. Lo solté con desdén y me dejé caer contra el suelo. - No son más que rumores. La ciudad no está deshabitada.

- Perfecto, eres de los de humor negro. - Se quejó llevándose una mano contra su débil corazón.

- Veo que no eres del todo brillante.

- ¿No eres tú el niño? - Se veía fastidiado, pero no por ello se fue. Tomó asiento frente a mí, de piernas y de brazos cruzados. - ¿Cuánto años tienes, Shadow?

- No lo sé.

- ¿Puedo saber tu nombre pero no tu edad?

- Ya te dije que no lo sé.

- Ja, así que tendremos que elegirte una fecha de cumpleaños... - Al parecer, tener un cumpleaños era todo un ritual para la gente de afuera. No era el primero en hacer ese comentario. - Yo tengo dieciséis años. Me rehuso a pensar que seas menor que yo, con lo amargado que eres. 

- Con lo molesto que eres, me rehuso a creer que no seas más que un niño.

- Vamos, estoy seguro de que no tenemos mucha diferencia de edades.

- Sigue sin quitarte mocoso

El erizo había recuperado su buen humor, pero no por ello volvimos a intercambiar palabra lo que restaba del día. El único punto donde volvimos a coincidir, fue en la tarde y en la noche en la cocina, únicamente para comer. Aunque no se había esforzado del todo como con aquel desayuno, si su intención era impresionarme, debía darle crédito y admitir que se trataría de un buen esclavo. 

Lo que todavía no alcanzaba a entender, era quién exactamente era este sujeto. Recordando aquel evento en el bosque, era fácil advertir que no se trataba de un chico cualquiera. Y esos ojos... No podría dejar de verlos con recelo hasta no llegar a una resolución.

Antes de que me fuera a la habitación a dormir, sin esperar respuesta, dijo que sería necesario que lo acompañara durante el resto de mi estadía a la famosa ciudad de las joyas. Era bastante enigmático en su manera de expresarse. Su rostro se manifestaba siempre tan calmo que no podía advertir si sus palabras guardaban una doble intención o sencillamente se estaba divirtiendo. Preferí no hacer preguntas ni objetar por más molesto que me resultara.

En fin que no tenía intención alguna de separarme de él.

Definitivamente no era uno de ellos, pero algo en él no me daba buena espina. Quería saber por qué.

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*26/03/2018
- Sam

2 comentarios:

  1. Un Neko :33 Yo quiero uno pero mi mama odia los animales xDD Wow... sabía que era Shadow! >:3 El sexy shadow el erizo*3* xD Okno :3 Fabuloso capitulo :3
    Besos!(Dora)

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  2. Ooooooohhh mi Shadooooww!! *baba maxima* sabia que era él :3 uuuuuffff quiero saber q.sucedera, la "idiota esa" sera por casualidad Amy? No la odio ni nada pero es la única q me parece el epíteto le cae como anillo al dedo xD Teehehehehehe!!

    Te leo luegooo!!

    Alas y cohetes
    Twyleth

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