Como me había prometido, me eché contra el sofá
apenas llegué a casa; sin decir nada, sin hacer nada, y definitivamente sin
pensar en nada. De repente no ver ni a Shadow ni a Miracle sonaba excelente. Quería
por un momento ignorar todo este asunto de los fantasmitas, cada vez menos
podía soportar la presencia del mío. Había sido yo quien peor suerte había
tenido de los tres, quiero decir, Shadow oculta a Miracle en la ignorancia y yo
no soy tan fuerte como él.
Y después de mi escenita con Amy, no estaba de
mucho humor para seguir con estas cosas. Disfrutaba del silencio. Sin embargo, sencillamente
no podía dormir.
Cada vez que lo lograba, las pesadillas sólo
empeoraban.
- ¿Por qué sigues buscándome?
- No soy yo quien te está buscando. – Repliqué
mientras regresaba a ver a todos lados. De repente sentía una presencia
moverse, rodearme, pero en ningún momento conseguí encontrarlo con la vista. -
¿Por qué continúas siguiéndome?
Múltiples veces había soñado en tan poco tiempo en
esta parte del bosque pancromático. Siempre resultaba en una pesadilla este
ambiente tan lúgubre, tan poca luz, aquella neblina purpurea que nos encerraba
y, por alguna extraña razón, siempre me sentía débil. La atmósfera era increíblemente
pesada y su presencia no lo hacía más sencillo. No había un solo sueño en el
que él no estuviera ahí.
Y ésta definitivamente no sería la excepción. Sabía
que estaba ahí.
- ¿Qué es lo que quieres? – Logré verlo por unos
breves instantes, al menos su sombra, pues al instante se desvaneció y su
siguiente pregunta la escuché a lo lejos. - ¿Qué rayos quieres de mí?
- Nada, ¿es tan difícil creerlo? – Insistía, no
dejaba buscarlo con la mirada. – Yo tampoco necesito tu ayuda.
- Estorbo…
Lo tuve frente a mí por unos instantes. Ver esa
mirada tan severa… Abruptamente, me había despertado una vez más.
No iba a dedicar ni un solo segundo de mi tiempo ni
siquiera a meditar por qué seguía teniendo este tipo de sueños. Bebí un enorme
trago de agua y volví a recostarme. Aunque seguía retorciéndome durante mucho
tiempo en el sofá, contar mi respiración ayudaba a que finalmente volviera a
quedarme dormido. Pero no ayudaba en lo absoluto a terminar con esto.
- Sigues volviendo… ¡Si no tienes nada bueno que
ofrecer, lárgate!
- ¡Lo haría si tú dejaras de traerme aquí! - No
podía escapar.
Si acaso era otro escenario, otro lugar, se sentía
el mismo ambiente en todo momento. Y, por supuesto, siempre estaba él ahí. Era
el mismo sueño una y otra y otra vez.
- ¡Lárgate tú! – Grité, sin saber qué era
exactamente este sentimiento que me agobiaba. Era una desesperanza extraña,
ajena.
Pero no se movía. Esta vez ya podía verlo, se
encontraba frente a mí. Ahora estábamos en el patio de mi casa, era él quien
estaba bloqueando la salida, era él quien me tenía a mí atrapado. Ya antes
había intentado huir, pero sencillamente aparecía en toda esquina, todo lado al
que fuera, él me seguiría. En todo lado podría escuchar sus quejas, sus
insultos. No sabía lo duras que podían llegar a ser sus palabras, lo horrible
que podía llegar a sentirse… ¿Por qué?
- ¡Por qué insistes en ser así! ¡Qué rayos tienes!
¡Qué te pasa!
Por un momento, verme de esa manera, tan molesto,
le había ocasionado gracia. De cierta manera, aquella sonrisa me había resultado
tranquilizadora por unos instantes sin estar seguro del por qué. Resultaba
confortante, familiar. Sin embargo, de súbito su semblante volvió a cambiar, volvía
a ser completamente distinto, lleno de odio por mí, ese odio que por alguna
razón me debilitaba.
Esta vez, con suma furia, arrancó una de las barras
de madera de la valla del patio sin problema alguno. Sabía que era fuerte, pero
este ser era una bestia. Vi cómo la alzaba con la intención de lanzarla contra
mí. Pero ya no quería seguir huyendo, ya no podía continuar con esta locura, ¿por
cuántos sueños tuve que haber saltado ya para que llegara a este agotamiento
tan irreal? Sólo pude dejarme caer de rodillas, resignado, bajando la mirada.
¿Cómo podía luchar contra él?
Eso lo enfureció más.
Apenas el trozo de madera se enterraba en el suelo a
un lado mío, sentí su mano tomarme del cuello, forzándome primero a levantarme,
luego a tener mi rostro frente al suyo. Su ira era incontenible y no entendía
por qué, sólo sabía que no quería verlo. No lo entendía.
- ¿Por qué tienes que ser una maldita basura?
No se la daría, no le daría el gusto.
Volvió a sacudirme, acercándome todavía más a él.
Quería mi atención y por eso se mostraba de esa manera.
Primero me abofeteó un par de veces, se burlaba de
mí, las cosas que decía eran tan absurdas como vergonzosas, ¿en realidad yo
representaba todo eso para él? Tenía los ojos muy bien cerrados, no lo vería.
Pasara lo que pasara, no lo vería a los ojos.
La humillación era mucha. Quería replicar y callarle la boca a ese
imbécil, pero de cierta manera sentía que, más allá de mi voluntad por
mantenerme firme, otra parte de mí se sentía digna de este trato, y esto era
mejor que nada.
Él estaba totalmente consciente de ello, él sabía
que esta debilidad no era mía. Pero eso no le importaba en lo absoluto, incluso
sabiendo que no era yo a quien quería matar.
- Tu inutilidad no deja de repugnarme.
Finalmente me dio un golpe al rostro y me lanzó
lejos. El dolor se sentía tan real, definitivamente era real, todo lo que sentía
era real. Este miedo lo era, así como el temor por mi vida, y la suya pese a
todo. No era él, no era él.
Porqué… Estuve a punto de preguntar cuándo tan
repentinamente me había tomado del rostro y me jaló una vez más a verlo. Pero
esta vez había sido tan diferente.
- Sigues siendo un inútil…
Sabía que esa era su manera inexpresiva de ser
amable. Al sentir el tacto tan distinto de sus manos, la forma en que se acercó
a mí… decidí por fin abrir los ojos y ver su rostro. Fue el único momento de
lucidez que tuve en toda esta pesadilla, ese rostro tan enigmático, sus ojos
rojos que todavía me generaban temor… En fin, su rostro… Me sentía desmayar y
por un momento cedí cuando hizo ademán de no dejarme caer. No debía confiar en
él, no debía confiar en él…
No sé cuánto
tiempo permanecimos de esa manera. Me sentía ligeramente mejor pero aun así me
costaba muchísimo abrir los ojos. No había necesidad de abrirlos, mucho menos
de moverme, pues él estaba ahí… tal vez… sólo unos instantes…
Se había movido con bastante cuidado, como si
realmente le importara no lastimarme, pero en vez de dejarme en el suelo, me
había sujetado con mayor fuerza. Con su mano comenzó a acariciar mi cabeza y,
antes de que pudiera continuar, de súbito la detuve con la mía.
- ¿Ahora qué, erizo? – Dijo fingiendo cierta
sorpresa, tratando de recuperar su mano, la cual sostenía firmemente y no
soltaría por nada del mundo. Tenía demasiada fuerza, sin importar cuánto
insistiera, él lo estaba consiguiendo. Nuestros rostros volvieron a quedar uno
frente al otro. Podía ver cómo comenzaba a irritarse, no sabía cómo reaccionar
en este momento, si debía ceder a la molestia, si debía mantenerse calmo o si
debía enfadarse una vez más. No sabía cómo hubiera reaccionado Shadow.
Pretendía ocultarse con una mueca que apenas podría llamársele sonrisa. - ¿Cómo
quieres que sea bueno contigo cuando eres tan molesto?
Y al ver su otra mano acercarse a mí, tomé de ésta
igualmente. Tomé de ambas bruscamente y las jalé hacia abajo con toda la fuerza
que pude, forzándonos a chocar cabeza con cabeza.
- Tú no eres Shadow. – Finalmente me daba cuenta de
ello. Ese ser quería mantenerme desapercibido. Sería más fácil para él de esa
manera, ¿pero por qué? No comprender sus motivos era lo que más confundido me
tenía.
Antes de
permitirle seguir con su aberrante actuación, usé la poca fuerza que me quedaba
para lanzarme contra él. Rodamos unos cuantos metros por el suelo, sentía cómo
sus intenciones finalmente florecían. Él quería matarme.
Quedé debajo de él, sus manos apretaban con odio mi
cuello. Sostenía fuertemente sus muñecas, intentaba quitármelo de encima pero
todo era en vano. Me estaba quedando sin oxígeno completamente y todo se volvía cada vez más borroso. No
estaba del todo seguro ya si era sólo un sueño o no, si en verdad era sólo un
temor mío o si se trataba de él, De repente temí muchísimo por su vida, algo
malo le estaba pasando, no podía rendirme. Tal vez sería tarde para mí, pero yo
jamás me rendiría si se trataba de Shadow.
Logré al fin apartarlo de mí con mis pies contra su
abdomen, al menos lo necesario. Esa ya no era su mirada y esa extraña neblina
que salía de su cuerpo… más bien que se desprendía de su cuerpo…. Su rostro
comenzaba a pelarse, todo su cuerpo comenzaba a romperse.
- ¡No… podrás…! – Solté de sus muñecas y en un
intento logré atravesar su pecho con mi puño. Una extraña luz salía, cegándome.
Lo escuché gritar… más bien, chillar. Era un chillido infernal pero no por ello
me soltaba, ni yo pararía. Comenzaba a retorcerse, batalló durante un largo
rato, no dejaba de lanzarme múltiples golpes pero no por ello me rendí, incluso
llegó un punto en el que dejé de sentir dolor y finalmente en una oportunidad logré
llevar mi otra mano a su pecho. No se sentía más en lo absoluto a un cuerpo, me
preguntaba si en algún momento lo había sido. Conseguí sostener su cuerpo con
ambas manos, como si arrancara algo de él. Continúe con suma fuerza hasta que
así fue. Tiré con tanta fuerza que, al haber separado ambos cuerpos etéreos,
solté de ellos, quedando rendido y definitivamente sin energía, salieron
volando en opuesta dirección. Uno se trataba de una sombra completamente
irreconocible. La otra, era Shadow. Al instante, simplemente se perdieron en la
distancia, como si en realidad jamás hubiesen estado aquí. Pero yo seguía aquí,
atrapado en este sueño. Algo me faltaba y la atmosfera se sentía cada vez más
densa.
Abrí los
ojos, caí del sofá y, con mis manos contra el suelo, tomaba oxígeno apresuradamente.
No dejaba de palpitarme la cabeza de dolor y poco sentía que me faltaba para
desmayarme.
- Ya sé que estás ahí. – Dije apenas tuve el
oxígeno suficiente para hacerlo, sin haberme movido.
Escuché su risa a lo lejos, resonando en toda mi habitación.
No tenía puertas ni ventanas, los muebles iban y venían sin hacer la menor
señal posible y esa neblina purpurea continuaba nublando la vista. De ella,
salió su sombra, ganando corporeidad poco a poco frente a mis ojos.
- ¿Te divertiste? – Pregunté alzando tanto como
pude el rostro, mirándolo con una pequeña sonrisa burlona, pero no conseguía
ser más divertida que la suya. – No puedes deshacerte de mí.
Sentía como si no se tratara de la primera vez que
nos veíamos, pero yo sabía, o creía, que así era.
- Yo no quiero deshacerme de ti, al menos no ahora.
No, sólo te estoy advirtiendo. – Se paró frente a mí, cruzándose de brazos. –
Quiero decir, ya sé que no es necesario que yo te mate si hay alguien más que
se muere por hacerlo.
- Ja ja, sólo porque tú estás aquí. – Me levanté
como si jamás me hubiera sentido débil, aunque no pude evitar llevarme una mano
al cuello, observando su rostro seriamente. – Dime a qué se debe este gusto,
qué demonios haces aquí.
- Traté de decírtelo, pero no me haces caso… -
Comenzó a caminar de un lado a otro, desviando la mirada como si no fuera la
gran cosa. – Lo creas o no, fuiste tú quien me estuvo buscando, no me dejabas
en paz…
- Eres tú quien no deja de aparecerse en mis
sueños, por qué no sólo me dices lo que quieres o, mejor aún, te largas.
Pero él continuaba riéndose de mí. Se subió a mi
escritorio, sentándose y apoyando su pie contra el respaldo de mi silla,
llevándose su mano a su cabeza.
- ¿Todavía no lo entiendes?
En verdad no lo hacía, y desistí en preguntárselo
al notar que estaba tan enigmático, este imbécil no hablaría por nada del
mundo. La única pista que obtuve fue su mirada, la seguía y notaba que no
dejaba de observar cada esquina de mi habitación. Comencé a caminar de un lado
a otro, parecía que la habitación se volvía cada vez más grande aunque siempre
me llevaba a terminar contra una pared. Me apoyé contra ella, soltando un
suspiro y mirando al techo, ¿y ahora qué?
Tenía mi mirada sobre Ozane todo este tiempo, pero
él jamás hizo nada. Seguía en aquella posición, con era inquietante sonrisa y
volvía a cerrar los ojos, como si realmente me estuviera ocultando un gran
secreto. Comenzaba a sudar cuando un repentino temblor me sacó de mis
pensamientos.
- ¡Sonic! ¡Sonic!
Gritaba mi nombre una y otra y otra vez pero no
sabía cómo llegar a ella. Tocaba la pared por donde se pudiera, la palpaba en
busca de algo, lo que fuera, comenzaba a desesperarme y comenzaba a derrumbarse
todo, incluyendo el suelo.
- ¡Sonic! ¡Abre la maldita puerta!
- ¡Qué puerta! – Dije empujando la pared con todo
mi cuerpo, sin lograr nada. Todo esto sólo le divertía a esa maldita ave y,
riendo hasta el último momento, finalmente se desvaneció. Se habían caído todas
las paredes menos la que se encontraba frente a mí, a la cual me había apoyado
y ya no había suelo suficiente como para lanzarme e intentarlo en otro lado.
Realmente no quería intentarlo. Me paraba en la punta de mis pies, tratando de
detenerme donde se pudiera y como se pudiera. Escuchar gritar mi nombre, cada
vez más fuerte, sólo me ponía más nervioso. No pude hacer más cuando de súbito
caí.
Sentía como en definitiva abría mis ojos, me
encontraba nuevamente contra el sofá. Me sentía todavía más pesado que antes y
lo veía todo todavía más borroso, pero sabía que esta vez ya había vuelto a la
realidad. Mi casa seguía completamente igual a como la había dejado…
- ¡Ya te escuché! ¡Abre esa maldita puerta!
Y eso…
Frotaba mis ojos y no cesaba de bostezar mientras
me dirigía a la puerta. Se escuchaba bastante precipitado, me preguntaba si
había sucedido algo malo pero no por ello me apresuré en abrir. Ni siquiera
insistí en pedirle que se calmara en lo que, con manos torpes, quitaba los
seguros de la puerta.
Cuando finalmente lo tuve frente a mí, dediqué unos
pocos segundos a verlo con cierto detenimiento, se mostraba bastante agitado,
apoyándose ese tiempo contra el muro para recuperar el aliento.
- ¿Qué sucede, Shadow, por qué tan agitado? –
Pregunté dándome media vuelta, enfocado más en despertarme con calma.
- ¿Una siesta? ¿Por eso tardaste tanto en abrir la
puerta? – Preguntó él, alzando la mirada y viéndome con fastidio.
No pude evitar torcer los ojos y soltar un suspiro
cuando le escuché hablar de esa manera. Solté un último bostezo y al fin le
regresé la mirada. No me daba gusto en lo absoluto verle frente a mí. Y pensar todo
el embrollo por el que había pasado por su culpa… Debo admitir que a veces a mí
también me resultaba un tanto molesto tener que lidiar con Shadow. El problema de no poder elegir con quién
formabas tu equipo, seguro…
De repente, mis pensamientos se vieron
interrumpidos. En realidad, nada me forzó a salir, simplemente había deparado
en el silencio que de repente nos había envuelto a ambos, y definitivamente la
mirada de Shadow. Me veía de una manera extraña, muy distinta a lo habitual…
¿Por qué me veía así? ¿Acaso estaba preocupado por mí? Se acercó un paso hacia
mí e instintivamente yo retrocedí otro, lo que ocasionó que se detuviera,
mostrándose todavía más extrañado que antes. Tragué saliva, permanecimos así
por un momento más…