lunes, 9 de marzo de 2015

XXVII


Dos meses… es más fácil pensarlo que vivirlo, y el tiempo que pasé fuera de casa definitivamente no se sintió sólo como dos meses. 

Siempre me había tentado la idea de salir, viajar, recorrer cada rincón posible de tierra, mar, algún día el cielo. Me convencía de que ésa había sido la razón por la cual había iniciado mi viaje. Poder ayudar y sentirme un súper héroe era un plus. Pero jamás hubiese imaginado las implicaciones de abandonar la tierra propia.

Era ya costumbre detenerme unos instantes a contemplar mi destino, y Calm Lake se encontraba frente a mí. Se trata de una ciudad pequeña, por lo cual no tomó ni cinco minutos que las primeras personas me saludaran. Me reconocieron un par de rostros familiares, y aunque una parte de mí se alegraba, la otra se sentía más bien incómoda. Se trataba de un par de amigas, un par de hermanas, recién unas pequeñas niñas. Eran muy juguetonas, muy traviesas, pero nada toscas para ser hijas de oso. Me bombardeaban de preguntas, de propuestas de juego, estuve a nada de tropezar un par de veces con ellas. Su imaginación era incontenible al igual que su balbuceo.

- Niñas, ¡niñas! – Seguí insistiendo, tratando de quitármelas de encima, literalmente. Una estaba a nada de llegar a mi cabeza. – Ahora no tengo tiempo, les prometo que será otro día. Mis padres deben de estar esperándome.

Continué la marcha, volví a pensar en ello, dudando de la respuesta. 

A veinte pasos de distancia, a cinco segundos de la puerta, contemplaba la humilde pero hermosa casa en la cual me había criado. Soltando múltiples suspiros, sin decidirme… no, no me atrevía a acercarme. Seguía siendo patética.

Me tomó de sorpresa ver que se abría la puerta tan desinteresadamente, de súbito. Bajé la mirada y cerré los ojos al instante, un breve instante, pues tenía que verificar de quién se trataba. Mi madre, siempre tranquila, siempre contenta, siempre en forma, se encontraba en un estado lastimero. Estaba delgada, pálida, las arrugas prematuras en su rostro delataban su malestar. Pero verla no dejaba de ser un alivio, me ponía feliz.

- ¿Miracle? ¡Miracle! ¡Miracle!

Apenas me dio tiempo de regresar la mirada, tenía que cerciorarme de que la espada no pudiera verse desde este punto ni de casualidad. No quería que fuera motivo de conversación, o peor aún, de regaño. Sentí el impacto, incluso me sacó el aire, pero me gustaba. Mi madre no paraba de repetir mi nombre, le costó soltarme, y no lo hizo hasta que alguien más la apartó.

- ¿Miracle? 

Tragué saliva al escuchar la voz de mi padre.

- ¡Miracle! – Salí disparada al cielo. Mi padre me atrapó e igualmente me abrazó. Yo igualmente lo abracé, con fuerza, sin saber qué era lo que me movía a hacerlo. Tal vez el temor de que volviera a lanzarme de esa manera. Me alegraba comprobar que él no se encontraba en tan mal estado como mamá. - ¿Has comido ya, Miracle? ¡Por favor, pasa!

- En realidad, yo… - Mi estómago me traicionó. Tan sólo escuchar que se hablaba de comida, rugió como fiera, y la verdad es que esta última semana apenas había comido. Mi rostro también lo delataba.

Pero parecía que ellos no habían siquiera deparado en mi apariencia. 

Casi como si hubieran anticipado mi llegada, aunque sin siquiera pensar en el tiempo que había estado afuera, la casa se encontraba impecable, todavía más bella de lo que recordaba. Mi padre era de esos pocos hombres que tenían muy buen sentido del gusto, era excelente decorando, talento que mi madre disfrutaba y que yo no había heredado. Ignorando mi paso torpe y mi indecisión, me invitaron a pasar. 

El olor a comida fue lo siguiente que inmediatamente noté. Olía a carne. En mi casa difícilmente había carne, en la ciudad difícilmente había carne, el profesor Eggman era un gordo y no me convidaba ni las sobras, ¡y pensar que se servía este caro, pero delicioso manjar el día que regresaba a casa! Se me hizo agua a la boca y en mis ojos, pero eso era algo que no quería que ellos notaran. 

El comedor era el de siempre, y mi lugar también lo era; a un lado de mamá y al frente de papá. Se seguía discutiendo en la mesa, e incluso cuando mis padres me dirigían la palabra constantemente, yo no era el centro de atención. Los temas eran diversos; hablaban de la vecina, pedían mi opinión sobre un tema cualquiera, pero jamás preguntaron qué fue de mí en todo este tiempo. Ni siquiera me preguntaron cómo me encontraba. Lo asumieron. 

Veía a todos lados con suma atención, la cabeza siempre gacha, haciendo todo lo posible por evadir la mirada de mi padre. 

- ¡Ponte más, Miracle! 

- ¡Sí, sí! – Respondí nerviosa, soltando mi vaso por unos breves instantes para servir más comida en mi plato.

- Siempre has sido muy flacuchenta, ¿no? – Se cruzó de brazos, con su extraña sonrisa confiada, pero casi desinteresada. – Si tanto nos gusta la carne, ¿por qué no sólo la comemos y ya? – Dicho ello, se llevó un gigantesco bocado que, para mi sorpresa, cupo en su boca. – Para mí eso de la pobreza es una excusa para tener al trabajador asustado, pero entretenido, y al rico engordando, muy cómodo desde casa. 

- Nunca nos ha hecho falta nada. Si no comemos mucha carne, es porque no quiero ver a mis niños gordos. – Respondió mi madre con su suave voz, tomando un trago de su vaso.

– Deberías guiar con el ejemplo a tu hermano. Si tú eres un palo, Lighting es una astilla. 

Di el último trago, deprisa, un nombre que había escuchado durante mucho tiempo en sueños. Casi como si esa hubiera sido su señal, su voz me sacó al instante de mis pensamientos.

- ¿Miracle? 

Me levanté de súbito. Todos regresamos la mirada en dirección a la entrada del comedor, posando la vista en aquél pequeño cachorro lleno de mugre y con su balón favorito en manos. Su ropita estaba en mala condición, sus cortos cabellos estaban enchinados y despeinados, se veían oscuros por la tierra. En sus pequeños ojos color miel veía un cierto aire de incertidumbre. 

No se dijo más. Mis labios y los suyos hicieron un ligero movimiento, mudo. Pronunciaban la misma palabra con incredulidad, temerosos de que, al decirlo en voz alta, desvaneciera aquello que sólo parecía ser una ilusión. “Hermano”

Después de eso, mi mente había dado vuelo. La comida siguió, mis padres siguieron discutiendo, yo daba bocados, pero no recuerdo haber comido. No recuerdo tampoco haber ayudado a mi madre a lavar los platos ni haber visto el fútbol junto con mi padre. 

- ¡Vamos, no temas patear ese balón! ¡Tú puedes! 

- ¡Pero yo no soy tan fuerte como tú! 

- Si tú no pateas ese balón, yo te patearé a ti, niño.

- ¡No digas eso! ¡Eres tan mala, hermana! 

Ambos reímos. Mi relación con mi hermano era un tanto particular, aunque todas las relaciones de hermanos lo son. Éramos muy rudos el uno con el otro, incluso cuando él reconocía las desventajas de ser ocho años menor que yo. No éramos malos, nada de golpes ni insultos, todo era puro blah blah blah que se nos hacía muy divertido. En realidad, cuidábamos del otro. 

Sé que, si hubiésemos nacido en familias distintas, yo igual lo hubiese querido demasiado. Pero él formaba parte de esta familia por una razón; él era una bendición para nosotros, él era la compañía que siempre habíamos deseado. Lo apreciábamos muchísimo. 

- ¡Pues si vuelo el balón, será tu culpa! 

Ya nos habíamos alejado bastante de la casa, pero todos éramos vecinos y no había problemas si no alejábamos un poco más. El problema fue que dejó de ser un poco en cuanto pateó el balón. Aunque temerosa, me enorgullecí de su fuerza.

- ¡Excelente, hermanito! Si sigues practicando, te prometo que en poco tiempo podrás mandar el balón al sol.

- ¿De verdad? – Dijo con una carita ilusionada, muy adorable por cierto.

- Eso no lo sé, ¿pero sabes? No creo que tenga nada de malo intentar lo imposible. – Le correspondí su sonrisita. – Ahora, espérame aquí, voy por el balón.

Pero él, preocupado, no me dejó ir sola. Insistió en que, aunque fueran un par de metros, era mejor permanecer juntos que separados. Y hubiera tenido razón en cualquier otra circunstancia distinta. Ésta fue la excepción. 

- ¿Eso es un balón? – Escuché decir a un chico que pareció salir de la nada. – Se ve demasiado rígido, ¿de qué está hecho?

- ¿Y sirve? – De repente, Lightning y yo nos vimos rodeados por un par de chicos de extraña apariencia, probablemente extranjeros. Un par de pandas, apenas unos niños, pero algo en su rostro me dio mala espina desde el comienzo. La forma en la que nos hablaban, esa mirada fría incluso cuando sus ojos hervían en un rojo vivo… confianzudamente me quitó el balón de las manos. – Ni siquiera nos molestemos, Abasi, seguramente que resulta muy aburrido. – Y, desinteresadamente, la chica lanzó el balón lejos.

Mientras yo reclamaba por su fea actitud, mi hermanito corrió tras el balón, que había caído cerca de unos árboles. 

- Lo siento, es sólo que no le veo lo divertido a patear un balón de un lado a otro. 

- ¿Y entonces qué propones, Amunette? – Intervino quien en ese entonces creía que era su hermano. - Estoy tan aburrido.

- ¿Qué tal el juego de la persecución? 

- ¿Y eso cómo se juega? – Pregunté un tanto nerviosa. Su rostro había ganado un aire distante, cruel. Retrocedí unos pasos inconscientemente.

- Es muy sencillo. – Alzó el brazo y apuntó con la palma de la mano en dirección a mi hermanito. – Si logran huir, se salvan. Si no, ¡boom! 

Incrédula, vi cómo concentraba energía en su palma, cada vez más. Solté un grito de horror cuando vi que ésta, disparada, en cuestión de segundos destruyó el árbol en el cual Lightning se había ocultado. 

Grité desesperadamente, me dejé caer de rodillas al ver la escena. Y ellos soltaron una carcajada. 

- Rayos, ¿qué podíamos esperar de un infante? ¿Tú eres mejor jugadora, verdad?

- S-sí, lo soy. – Temblorosa, con mis extremidades torpes, conseguí levantarme. Balbuceaba para ganar tiempo, para llamar su atención. Mi hermanito se había levantado, estaba a nada de gritar mi nombre cuando yo interrumpí. - ¡Pero ustedes, par de mocosos, no podrían alcanzarme! 

Y, tras sacarles la lengua, eché a correr. Grave error hacerlos enfadar, pero ello me garantizó que ambos fueran tras de mí. Corrí muchísimo, no recuerdo cuánto, sólo esperaba la oportunidad para volver, pero también existía el temor de que ellos fueran quienes volvieran primero. 

Pronto confirmé que, para ellos, alcanzarme no era mayor problema. Volvieron a usar su truquito para derribarme. Por suerte, la explosión ocurrió bajo mis pies, me hizo caer. El problema fue que mis piernas quedaron completamente adoloridas, resentidas, sabía que había estado a nada de perderlas.

Contra el suelo, llegaron a paso confiado, gozando de la situación. Quería llorar, sentía una rabia terrible al escucharlos burlarse de mí. No tenía ni la más remota idea de quiénes eran ellos, dé dónde habían salido o por qué eran tan extraordinarios, porque lo eran. Estaba viviendo una pesadilla. Aunque recuerdo cada minúsculo detalle, no duró mucho. 

El destino me puso en su camino, fue ahí cuando conocí a Shadow. Al principio, al deparar en su mirada desconfié inmediatamente, pensaba que era igual de extraño que ellos. Lo era, pero de otra manera. Se enfrentó a ese par de niños sin mayor problema, mas su rostro delataba que había algo más. Él estaba en aprietos y la desesperación de ver a alguien más formar parte de una desgracia me impulsó a intentarlo. Él me dijo que tomara la espada que le habían quitado de las manos y me dijo que la usara. En ese momento no entendí qué sucedió, porque sin siquiera saber cómo usar un arma, los había ahuyentado. Creí que me temían por estar armada, ¡cómo iba a sospechar de cualquier cosa en ese instante! Al momento, sólo pude pensar en que estaba enloqueciendo. 

- Estoy atónito. ¡Quién pensaría que una jovencita como tú podría ahuyentar a esos demonios!

- ¿Demonios? – Pregunté incrédula, tirada en el suelo, agitada, sin prestar real atención a mi interlocutor.

- Bueno, no, el término correcto sería espíritus, pero esa es una larga historia.

- De igual manera, no quiero saber.

- Deberías, pequeña. No creas que te estoy alabando, pero no cualquiera es capaz de enfrentarse a seres como esos como lo has hecho tú. Tal vez fue suerte de principiante, pero deberías saber que ellos no son los únicos.

- ¿Hay más? – Pregunté al momento que un escalofrío recorría mi cuerpo. – Lo siento, no tengo tiempo para esto. – Volví por donde vine, aguantando una sensación amarga que oprimí mi pecho. Gritaba una y otra vez el nombre de mi hermano, en vano. Cuando llegué, él ya no se encontraba ahí.

- Escucha... – Una voz masculina me había sacado de mis pensamientos. Era la del erizo. – No tienes por qué involucrarte en esto. Vuelve a casa.

- Alguien tiene que hacer algo.

- Ese alguien no eres tú. Nadie hará nada porque nadie puede hacer nada. Si aprecias tu vida, vuelve con los tuyos. 

Sentí una fuerte briza, helada. Cuando regresé la mirada, molesta por sus palabras, dispuesta a reclamarle que, si él podía hacer algo, yo también podía, él ya no se encontraba ahí. Lo único que vi fue una habitación oscura, familiar. Me encontraba en mi habitación una vez más, tirada en mi cama. Tan sólo ver la ventana, me levanté de golpe. Ya era de noche, muy entrada la noche. No se escuchaba ruido alguno por la casa. 

Me levanté y recorrí cada pasillo, visitando cada habitación. Tan sólo hoy había estado en todas y cada una de ellas, pero ahora evocaban un recuerdo diferente, uno más alegre. Pasé por la habitación de mis padres, siempre dejaban la puerta un tanto abierta, pero no me fue suficiente como para verlos. 

Finalmente llegué a la habitación de mi hermanito. Su puerta sí se encontraba completamente abierta, y él más bien batallaba por quedarse dormido. Ya no era el mismo angelito que recordaba, y la imagen de su silueta revolcándose entre las cobijas me destruía por dentro, me recordaba que era mi culpa. 

Salí rápido, pero a paso sigiloso, no sin antes proferir un suave “nos veremos pronto”. 

Porque eso era un promesa.

Caminé unos veinte pasos al frente, unos cinco segundos que me alejaban de mi familia y me regresaban al pasado. La espada seguía oculta dentro del arbusto. La tomé más dudosa que nunca, no porque dudara de ella, pero porque dudaba de mí. Muchos insectos recorrían el mango, aunque eso no era lo más importante ahora, incluso cuando éstos recorrieron mis brazos. Temer por algo así sería la clara señal de que debería simplemente desistir de mi infantil deseo. Nunca más volvería a demostrar debilidad.

Finalmente pude detener el paso. Había echado a correr, trataba de huir de aquellos fantasmas del pasado. Era más fácil pensarlo que vivirlo, y yo no podía dejar esta vida llena de temores. Frené, mis manos contra mis rodillas, mi cuerpo erguido, respirando agitadamente. No, no podía permitírselo. Y aunque amé ver su pequeño rostro, ese ya no era el niño a quien yo conocía. Estaba trastornado. Y, si no hubiera sido por él, seguramente mi hermanito ahora estaría muerto. No pude protegerlo. 

Yo no soy Shadow. 

Alcé la mirada de súbito. Con esta oscuridad, apenas pude ver una silueta, pero se trataba de una silueta familiar. Era la del erizo. Y aunque conseguí contener las lágrimas, no pude evitar caer de rodillas. Todavía tenía mi segunda oportunidad.

---------- Aviso de Sam ----------

¡Buenas noches ^ - ^!

Creí que no lo lograría este lunes D: ! Pero aquí está el nuevo capítulo de Corazón Artificial :3

La verdad es que ya no sé ni qué poner en esta parte haha es sólo para que, después de leer, sepan que detrás de tanto blah blah blah hay una persona que sólo quiere amor TT u TT 

Bueno, nos estamos viendo en próximas entradas. Espero tengan una bella noche y un bello inicio de semana <3

Gracias por seguir esta historia y comentar, en verdad lo aprecio demasiado! :D

Hasta la próxima ^ - ^!

PD: La publicación del primer capítulo de 20 Días de Expiación, en http://shadowthehedgehog-20dias.blogspot.com/ , será el jueves 26. Espero contar con su apoyo! :)! 


2 comentarios:

  1. ajaja no se por que pero este capitulo me facsino mucho...muy tranquilo eso si pero los dialgos aaayyy en verdad no se porque me gusta tando XD....shadow preciento q llegara el dia que te casaras con la comida XD en increible todo lo q come jajaja

    discupa por tardar tanto en comentar pero aqui estoy, invadiendo como siempre jajaj espero ansiosa el prox capitulo n.n
    cuidate mucha samus bye bye :D

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    1. Tal vez porque es un día con Shadow haha :D Es un pesado, pero algo tiene que hace que uno no quiere que se vaya e_é!

      Haha me alegra mucho tu acoso, yay! (De verdad c: ! )

      Cuidaos! n-n! :D

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