Llevaba un largo rato sentada contra un árbol, oculta en el bosque bajo la sombra del follaje. Me culpaba de ridícula por haber reaccionado así tras escuchar sus palabras, no por las cosas que dijo, o porque se haya tratado de él, pero tampoco es que yo supiera decir con exactitud por qué me sentía tan furiosa.
Me levanté y pasé mi antebrazo por mi rostro, aún con los ojos cerrados y mi respiración meditada. Sacudí mi cabeza, quería ahuyentar toda clase de absurda idea o incierto temor. No valía la pena hacer teorías ridículas hasta no saber la verdad, y para eso debía de hablar con el profesor. Por eso decidí regresar.
Cuando llegué, me recorrió un escalofrió. No había luz en lo absoluto. Bueno, un par de focos en una que otra habitación al fondo del pasillo iluminaban el lugar, pero no dejaba de ser tenebroso. Era mucha oscuridad.
- ¡Profesor! – Alcé la voz. Tal vez escuchar una voz serviría para saber que no estaba sola, para tranquilizarme. - ¡Ya regresé! ¿Dónde está?
Pero no hubo respuesta.
Seguí caminando, siempre con una mano contra los muros. Creería que se encontraría en su habitación, o todavía trabajando en la sala de operaciones, aquella sala donde todo había comenzado. Fue en otra habitación donde lo encontré. Atravesando un pasillo, a mano izquierda, de un único cuarto provenía una mínima iluminación. También se escuchaba un ruido, y este ruido junto con aquella luz parecían guiarme hasta esa habitación, por lo cual me acerqué, curiosa, a ver de qué se trataba. En efecto, se encontraba ahí, hincado y con el rostro cubierto. Unas chispas salían desprendidas de aquella máquina a la que le estaba dando mantenimiento.
- Has vuelto muy pronto. – Dijo retirándose aquella máscara metálica, levantándose y quitándose el sudor de encima. Pensaba que estaría muy concentrado y perdido en lo suyo, pero al parecer siempre estuvo atento. - ¿Qué te trae por aquí?
- Yo… olvidé unas cosas… importantes… y venía por ellas. – No vio mi rostro, por suerte.- ¿En qué está trabajando?
- Oh, ¿esto? Esta es la versión mejorada de la serie Omega. – Habló dándome la espalda, alejándose lentamente. – La última vez que estuvo en combate, destruirlo fue tan sencillo como darle un pequeño golpe preciso en su torso. – Explicó imitando el golpe, observándome al rostro, serio. – Un error que no volveré a cometer.
- Claro, claro… - Esquivé su mirada. Jugaba con mis pies y aterrizaba mi mirada en ellos. - ¿Cuándo fue destruido? ¿Fue acaso cuando lo puso a prueba en combate?
- Contra ese sujeto, Shadow the Hedgehog. – Dijo lentamente, como si se hubiera detenido a saborear con amargura su nombre. - Sí. ¿Qué será de ese muchacho?
- Ha de seguir siendo el mismo de siempre. – Dije fingiendo desinterés, jugando esta vez con mis uñas. – Lo que me recuerda… nunca entendí por qué se marchó ni cuáles fueron sus motivos. O bueno, al menos por qué nos odiaba tanto a usted y a mí y a toda esta causa.
- Es una buena pregunta, de hecho.
- Si, siempre tuve curiosidad. No lo sé, tal vez yo no sea precisamente agradable, pero ese sujeto me detestaba.
- Y a quién no.
- Me decía que era porque yo era muy tonta. “Estúpida e infantil”, si tuviera que ponerlo en sus palabras. Pero eso no explica en lo absoluto por qué lo odiaría a usted.
- ¿Odiarme a mí? Qué va, eso siempre fue obvio. Hasta un ciego lo habría notado. – Clavó su mirada en mí por unos instantes. Me puse nerviosa al escucharlo hablar de esa manera, tan molesto, pero casi al instante volvió a darme la espalda, continuando su rumbo. – Dime más.
- Ah, bueno… Para serle honesta, yo no sabía que lo odiara.
- Era un excelente actor cuando estábamos presentes, ¿no lo crees? “A la orden, profesor”, “Defraudarlo no es una opción”, “¿Qué debería de hacer ahora, profesor?” - Imitó con una voz aguda y ridícula, continuando con su caminata. - ¡Ja! Nadie puede ser tan leal y disfrutar tanto de recibir órdenes. ¡Sería absurdo! Como si Shadow me hubiese querido impresionar. ¿Estás de acuerdo?
- Por supuesto… - Dije desviando todavía más la mirada, sintiéndome aludida.
- Pero él no es el único actor que conozco. – Me incliné hacia atrás de súbito, alzando el rostro y tragando saliva de repente. No dejaban de temblarme las piernas. – Ve al grano, Miracle, o retírate. No tenemos tiempo que perder.
- ¿Cómo llegó a ser su aliado, si tanto lo odiaba?
- Ya te lo he dicho. Te lo dije tan sólo hoy antes de que partieras. Hoy has estado muy despistada. ¿Es eso? ¿O hay algo más?
- Bueno, es sólo que…
- ¿Qué? ¿Es sólo que no me crees? – Al decir aquello, él ya se encontraba lejos. La poca luz de aquel viejo bombillo colgante apenas dejaba ver su rostro, el cual nuevamente se había posado sobre mí. Había sacado un extraño y pequeño artefacto, el cual alzó a la altura de su pecho mientras seguía hablando. - ¿Acaso no es lo suficientemente creíble para ti? Qué extraño, siempre lo había sido. Nunca habías desconfiado. Me pregunto por qué ahora es diferente…
- No dudo de usted, profesor. Es mera curiosidad.
- ¿Y qué es lo que mueve esa curiosidad, niña? – Presionó un botón. Escuché un ruido extraño, fuerte, como un motor, pero no sabía qué era. – Siempre te habías creído todo lo que te decía y te contaba. ¿Te aburrían mis mentiras? Y yo que lo adornaba todo para ti, para maravillarte, como a una pequeña niña. Pero tarde o temprano las pequeñas niñas crecen y desconfían, ¿verdad? Finalmente superan su ceguera y empiezan a pensar por sí mismas.
- Shadow tenía razón. – Me estaba hiperventilando. Retrocedí, con la mirada perdida y mis manos moviéndose de un lado a otro, sin saber contra qué querían apoyarse.
- Pero tú no pensaste por ti misma. – Terminé arrinconada al otro extremo de la habitación. Al fin pude verlo. Se acercaba a mí, lentamente. Sus extremidades rechinaban con cada paso que daba. Me tenía en la mira. – Te presento a E-123 Omega. – No dejaba de mover su cuerpo metálico, probando cada uno de sus miembros y emitiendo chillidos al hacerlo. Lo hacía muy lento. La escena frente a mis ojos resultaba todavía más tenebrosa cada segundo que pasaba. No quería verlo.
De súbito, apuntó al frente y disparó. Las balas aterrizaron apenas a unos centímetros frente a mí. No pude evitar soltar un grito.
– Veo que le agradas. Tiene su forma peculiar de hacer amigos, al igual que tú.
Volteaba a ver a todos lados, pero siempre regresando la mirada a la creación del profesor Eggman. Era de gran tamaño y su mirada estaba únicamente destinada a mí. Apenas se podía divisar la pintura roja en sus extremidades con esta poca iluminación, y por alguna razón ver ese color ocasionaba que me sintiera aún más nerviosa y se acelerara mi respiración. Se había tomado la molestia de pintarlo como si fuera una copia de Shadow, negro, rojo y amarillo, sólo que ahora el rojo predominada. No, siempre lo había hecho. Me recordaba a su mirada.
- Sabía que hablaste con ese erizo. ¿Y creíste que simplemente podrías ocultármelo? Me pregunto qué tanto le habrás dicho. O peor aún, qué tanto te habrá dicho a ti.
Finalmente tomé la espada y la coloqué frente a mí como si fuera un escudo. Ya no tenía más espacio detrás como para seguir retrocediendo.
- Ah, ah, no. No, Miracle, esa espada es mía.
La máquina volvió a subir su brazo, apuntándome directamente esta vez. Me puse todavía más nerviosa. Esta vez no tenía voz como para volver a gritar y cada vez más gotas de sudor recorrían mi rostro. Disparó, pero para mi suerte parecía ya no tener municiones. Observó su arma mecánica por unos instantes, tratando de comprender la situación, pero pronto hizo caso omiso. Un quejido del profesor me dio a comprender que había sido culpa de su negligencia y al parecer había olvidado recargarlo antes de encenderlo. Sin embargo, a la máquina no le pudo haber importado menos. Se acercó a gran velocidad. No supe qué hacer, ¿cómo dañar a una máquina? Yo no era tan fuerte, no quise ni intentarlo con la espada. Igualmente no tuve tiempo suficiente como para intentarlo siquiera. En cuestión de segundos llegó y me tomó del cuello, alzándome.
- ¿Sabes algo, Miracle? La verdad es que lamento tanto todo este mal entendido. De hecho, me agradabas. No sé si acaso era por tu personalidad, o el hecho de que siempre fuiste un perro obediente. – Se acercó a mí, a paso decidido, con sus manos detrás de su espalda. Yo seguía suspendida, desesperada, sin poder respirar. Apenas podía escuchar sus palabras. En cosa de segundos terminé soltando el arma y llevé mis manos contra las de la máquina, en un vano intento por quitármelas de encima. – No sabes lo mucho que lamento que ese Shadow, haciéndose el astuto, te haya corrompido. – Levantó la espada del suelo, observándola ahora con atención. - Mejor dicho, que te haya abierto los ojos.
Lo último que recuerdo fue su risa, y lo primero que escuché al despertar fue nuevamente su risa. Sé que me desmayé. Al despertar, me encontraba en otra habitación, encerrada. No había nada de iluminación ahora. Me dolía todo el cuerpo, pero tampoco recordaba el momento en el que me habían lanzado aquí.
- Está de más decir que se te ha confiscado tu arma. Y esto. – Regresé a verlo. Hablaba muy seguro, incluso burlón, alzando mi comunicador, o bueno, ese bonito accesorio que adornaba mi muñeca derecha. Era apenas una clase de pulsera que, para que miento, nunca supe utilizar. – Pero esto a ti no te importa, digo, no es como que alguna vez hayas sabido cómo se usa. ¿Aunque sabes qué es curioso? – Añadió presionando botones, acercándoselo al rostro mientras éste hacía un continuo beep. – Shadow nunca apagó el suyo…
- ¡No le hable desde ahí!
Me dejé caer contra el suelo, ignorando el dolor físico y estirando mi brazo en un patético intento por detenerlo. Me quemaba el rostro de vergüenza. Planear llamarlo, frente a mí, con mi comunicador, ¿qué le iría a decir? Soltó una última carcajada mientras me daba la espalda. Quería llorar, no por las cosas que dijo, o porque se haya tratado de él… pero era un hecho que me sentía fatal. En realidad, ya no sabía ni cómo me sentía. Era una desesperación terrible, y no quería involucrar a Shadow en esto. Lo peor del caso es que a él no le importaba, al profesor no le importaba. A nadie le importaba, y entonces me preguntaba por qué seguía yo aquí, y por qué tenía que pagar las consecuencias. A la final, él tenía razón.
Era porque yo era estúpida.
Era porque yo era estúpida.
Finalmente, me regresó a ver.
- Cuánto tiempo sin hablar, mi querido amigo…
---------- Aviso de Sam ----------
*08/03/2015
Todavía no muero c:
... Y Shadow tampoco reiugheruihguerig ; A ;/
Lo candente se aproxima uhruiehgiuer <3 (Quiero continuar esta historiaaaa! Por qué la flojera es tan poderosa? DX (No sigan mi ejemplo ; u ; / )
Nuevo Capítulo el Lunes 26, ya dije! :3
Cuídense n-n/!
... Y Shadow tampoco reiugheruihguerig ; A ;/
Lo candente se aproxima uhruiehgiuer <3 (Quiero continuar esta historiaaaa! Por qué la flojera es tan poderosa? DX (No sigan mi ejemplo ; u ; / )
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