Nuestro destino era su casa. Sé que ya era costumbre que nuestras caminatas fueran silenciosas, pero ahora no se debía a que yo acelerara el paso o callara al erizo. Había optado por ser más reservado, y ello implicaba ahorrarse sus anécdotas. No sería difícil acostumbrarme. Sin embargo, fui yo quien terminó rompiendo el silencio.
- Necesitamos un plan. – Detuve el paso, sin regresar la mirada y conservando mi semblante, siempre pensando. - ¿Ves esas cosas? – Dije señalando en dirección a la repisa de una tienda. Él asintió. – Necesitamos un par.
- Amy me regaló un celular antes de que me fuera. Podría usar ese y únicamente compraríamos uno para ti.
- La idea es mantenernos comunicados tú y yo, no darle la oportunidad a esa niña de que te acose. – Entré, dándole la espalda.
- No seas ridículo, ella no es así. – Dijo en su defensa, siguiéndome.
- Claro, no faltó a clases para salir a buscarte en la mañana por toda la ciudad. – Hablé deteniéndome tras gente que hacía fila, frente al mostrador, apoyando mi brazo contra éste, observando al erizo burlonamente. - Nadie garantiza que no seguirá buscándote.
- Nadie garantiza que siga buscándome. Además, tú mismo la viste destruir su celular, ¿cómo podría contactarme?
- Tiene una adicción a los celulares, ¿acaso no crees que tenga unos cuantos cientos de repuesto?
- No, claro que… bueno, si lo pones de esa manera… - Dijo tanteando con los dedos, haciendo memoria. – Sí, definitivamente tiene más.
- Ahora nos caería bien que no hubieses terminado con ella, experto en el amor.
- Deja de molestarme con eso. - Solté una carcajada al verlo molesto.
- No te molesto, me alegro por ti. Así ya no tienes nada que te ate a esta ciudad, al menos no algo tan absurdo como una novia. Tal vez pronto la olvides y comiences a concentrarte en cosas más importantes.
- Eres muy apático con este tema, Shadow. - Dijo colocando una mano contra su barbilla, esbozando una sonrisa. - Me pregunto qué te tiene así, ¿acaso será una chica?
- Sí. - Respondió de manera picara. – No lo sé, tal vez te gustaba alguien y no fuiste correspondido. ¿Algo por el estilo te tendrá frustrado? ¿O te da pena hablar de ello?
- Nunca me ha gustado nadie.
- ¿De verdad nadie? ¿Nunca has conocido a alguna chica cuya mirada haya sido suficiente para cambiarte? ¿Qué verla a los ojos bastara para estremecerte?
- Mmmh, si lo pones así, tal vez haya alguien... - Me quedé pensativo, y mi reacción por alguna razón sorprendió al erizo. Después de un tiempo, había recordado a aquella chica de Downhood, Rouge. Quien pudiera verla directamente a los ojos comprendería a qué me refería. Definitivamente tenía una mirada penetrante, peor que la de cualquiera de esos espíritus.
- ¡Quiero detalles sobre esta chica! – Añadió con una sonrisa… inusual. Me puso nervioso verlo así. Creía que se encontraba mal, y que incluso estaba fingiendo, pero al comprender sus intenciones, torcí la mirada.
- No tiene nada de relevante, si acaso estás pensando en lo que creo que estás pensando.
- Shadow está enamorado. – Cantó irritantemente.
- De todas las estupideces que me has dicho, está ha sido la más estúpida. – Dije sin poder reprimir un quejido, cerrando los ojos con disgusto. – Bueno, cree lo que quieras, pero no te claves con ninguna idea absurda.
- ¿Qué podría ser una idea absurda? – Preguntó pícaramente una vez más.
- No lo sé… ¿creer que estás enamorado de Amy y terminar con ella a la semana? Porque eso sí fue absurdo.
Reí al escucharlo refunfuñar. Sin embargo, la charla fue interrumpida cuando llegó al final de la fila y empezó a negociar. Para nuestra suerte, tenían un último par de comunicadores con un único fin; comunicar. Detestaba los celulares por tener tantos accesorios y que ninguno de ellos funcionara como debería.
Nos marchamos apenas conseguimos lo que buscábamos. Continuó el silencio, y lo agradecía, pero ahora tenía un poco de curiosidad. No era enteramente de mi interés, mas confieso que quería saber qué rayos le sucedía. El idiota había actuado aún más infantil de lo habitual, y aunque consideraba que era un paso adelante que se diera cuenta de su inutilidad, no soportaba la idea de su nuevo yo. Supongo que peor era nada, pero no por ello dejaba de intrigarme su actitud. O fastidiarme.
Cuando llegamos, fue la primera vez que dio un paso delante de mí. Iba directo a abrir la puerta de su casa cuando escuchó un ruido y regresó la mirada. Me había dejado caer contra el césped.
- Te ves muy cómodo así. – Tenía los ojos cerrados, por lo cual no noté cuando se acercó.
- Para qué te miento, extrañaba esta sensación. – Respondí después de unos instantes. Pese a que soplaba viento, la frescura del pasto me había recibido agradablemente. Me había perdido.
- ¿No hay pasto donde estuviste? – Dijo al momento que se sentó a mi lado.
- En realidad, sí, sí lo hay, pero no es una sensación grata. – Solté un suspiro. – De donde vengo, ni siquiera se antoja tirarse a relajarse ni a calmarse. Esas cosas no existen allá, de todas formas.
- Shadow. – Dijo mi nombre nervioso, tragando saliva. – Esa es una duda, por cierto. Sé que estuviste en Downhood estos últimos días, ¿o me equivoco?
Hice una pausa entre su pregunta y mi respuesta. Por alguna razón, aunque la respuesta era obvia, me costaba hablar.
- Soy de Downhood, claro que iría allá, ¿a dónde más si no?
Él se había recostado a mi lado, destruyendo por completo mi buen humor al hacerlo.
- Pero yo sé que escondes algo más. Sé que no estuviste siempre ahí, y fuiste a algún otro lado, ¿o es que en verdad todo lo malo que sucede en tu vida es por culpa de esa ciudad?
- Sí, Sonic, absolutamente todo es culpa de esa ciudad. – Dije levantándome de súbito, ahogando mi enojo. - ¿Alguna otra pregunta?
Me ponía de muy mal humor pensar en aquel lugar. Tenía mis manos contra mi cintura y lo observaba a él molesto, no pude ocultarlo. Él únicamente se sentó, dirigiéndome igualmente una mirada, pero él más bien se mostraba triste.
- Mi pregunta es... ¿quién eres tú?
Cambió mi expresión por completo. Estaba acostumbrado a que me hicieran aquella absurda pregunta, pero esta vez sentí algo diferente. ¿Le importaba de verdad saber algo de mi vida? La sensación era una mezcla de incomodidad y disgusto, que finalmente terminó por volverse de entero disgusto. No soportaba esa cara de cachorro llorón con la que delataba que sentía lástima por mí.
- La verdad, no sé qué clase de respuesta esperas, no sé realmente qué clase de respuesta espera la gente cada que me preguntan eso. – Respondí cruzándome de brazos. – Soy lo que ves, ¿quieres una biografía entera o algo? Pierdes tu tiempo. Si bien soy resultado de mi pasado, nada me ata a él. En este presente, todavía tengo la completa libertad de decidir quién seré. Además, no sólo puedes ir por ahí definiendo a la gente. Te pregunto, ¿quién eres tú? ¿Se puede responder a eso? – Callé antes de decir algo ofensivo, porque definitivamente yo sí podía definir a aquel erizo. Pero, como había dicho él, era mejor no meterme en problemas innecesarios.
- Está bien, intentémoslo así; ¿cómo terminaste involucrándote en todo este asunto de los espíritus? Porque tengo entendido que has luchado contra varios de ellos.
- Ya te lo dije. Fue por…
- Casualidad, sí, eso ya lo sé. – Dijo por primera vez tornándose serio, e incluso impaciente. – Te enfrentaste a alguien, y te derrotó. ¿Y luego?
- A ver, a ver. Si alguien va a contar mi historia, ese seré yo. Cállate y escucha. – Interrumpí colocando mi dedo frente a su rostro. Al cabo de unos instantes alcé los brazos y desvié la mirada, dejándome caer de espaldas contra el césped. – Bien; Downhood, noche, camino a casa. Eso. Yo habitaba una vieja casa junto con otros tres inquilinos cuando, de repente, una noche como cualquiera, al regresar, encontré a esos tres muertos. Y a una niña. – Contaba mi historia mientras me frotaba las sienes con los dedos. Es verdad que desde aquel día no dejaba de recordar todo lo sucedido, y que todo era tan claro en mis sueños, pero por alguna razón contarla abiertamente era todo lo contrario. Me costaba recordar. – Me dijo que tuviera cuidado y fue ahí cuando apareció el sujeto en cuestión. Sentí al instante algo sobrenatural en él, pero preferí ignorarlo. Grave error. ¿Cómo me iba a imaginar que era uno de esos insoportables espíritus? Hoy en día me cuesta creer que existen, no se diga en aquel remoto pasado. Parecía un ave cualquiera.
- Cállate, déjame continuar.
Cerré los ojos y me concentré únicamente en mi respiración. Recordar era doloroso, contárselo a alguien era humillante, y que ese alguien fuera él lo hacía todavía más degradante. Pero había vuelto a la ciudad con un único propósito y no me retractaría ahora, por más difícil que fuera. Pensaba que lo mejor sería escupirlo, y definitivamente no meditar en lo absoluto lo que estaba por hacer. Finalmente, hablé.
– Bien, perdí en combate. Me dio directamente con esa extraña ráfaga de energía. Creí que ese sería mi fin, que mi cuerpo quedaría tirado en las afueras de Downhood, olvidado. Ya ves que no fue así. Cuando finalmente pude abrir los ojos, continuaba ahí tirado. Apenas podía ver, no se diga moverme. Mi piel había dejado de arder gracias a las últimas gotas de lluvia, pero la sangre no dejaba de fluir fuera de mi cuerpo. - Pensaba que había tenido la oportunidad de despertar únicamente para mirar mi estado, para conocer la manera en la que moriría, pues era un milagro que recuperara la consciencia después de un accidente como ese, aunque fuese por un breve instante. - Fue ahí cuando lo conocí. – No pude reprimir un suspiro. - Llegó en un vehículo y se estacionó frente a mí. Me rodeó a paso lento, con sus manos tras la espalda. Ni siquiera me dirigió una palabra, no había nada más en su rostro que concentración. Abrió los ojos con gran sorpresa de súbito, como si tan sólo apenas hubiera notado el gran hueco en mi pecho. No, él vio algo más, ¿salvarle la vida a un desconocido? Él no es así. Ahora entiendo que ese loco profesor sólo salva vidas a cambio, precisamente, de la vida de quien ha salvado. Así es como, después de experimentar con mi cuerpo, diríase que me regresó a la vida.
Mis ojos habían permanecido cerrados durante todo el relato. Mis manos trataron de cubrir mi rostro, pero ello no disiparía la vergüenza. Si bien ya había conseguido levantarme, una vez más me había dejado caer. No obstante, esta vez el erizo impidió que tocara el suelo, deteniéndome de los brazos. No lo veía, y no lo quería ver.
- Así que dicho profesor sólo te salvó la vida a cambio de que le hicieras favores.
- ¿Favores? ¡No sabes el infierno que me hizo vivir durante los siguientes tres meses! – Regresé a mirarlo, furioso. No estaba molesto con él, estaba molesto con los recuerdos. - No me fiaba de ese sujeto que tanto sabía de tan misterioso asunto. – Lo recordaba tan lúcidamente, “¡Prefiero la muerte!”. Su risa aquel día, ese terrible artefacto... –…Me hizo una oferta que no pude rechazar.
Llegamos a su casa a paso pesado, yo seguía apoyado contra él. Subir las escaleras fue un martirio, pero fue un alivio cuando finalmente me pude echar contra la cama, sintiendo la frescura de la almohada contra mi rostro. Por unos instantes conseguí olvidar lo que había dicho momentos atrás. Sin embargo, reanudé.
- Soy el esclavo del profesor Eggman.
Mi respiración se agitó y mi cuerpo empezó a temblar. Hacía lo posible por olvidar, en vano. No podía retractarme ahora. Esto era lo de menos, y él lo sabía. Sabía que no podía seguir viviendo sin ayuda. Había llegado el momento que siempre había temido. Revelaría mi secreto. A partir de ahora, quedaría completamente vulnerable frente a Sonic.
Él erizo se sentó a un lado mío, al borde de la cama. Calló durante unos instantes. Eso estuvo bien, pues yo también necesitaba un poco de silencio. Mis pensamientos ya no tenían orden alguno y ya no quería seguir respondiendo preguntas, pero no podía dejarlo así, no cuando había omitido absolutamente todos los detalles. Todavía no le había dicho lo que tenía que decirle, lo más esencial.
- Shadow… - No era difícil advertir que cada vez que iniciaba una oración con mi nombre era porque se encontraba nervioso. Para mi sorpresa, esta vez la pausa que hizo fue mucho más larga que de costumbre. Tuve que preguntarle qué tenía en mente para que finalmente hablara. - ¿Quién es Miracle?
- Es el perro del profesor Eggman. - Respondí soltando una breve carcajada, sin poder ocultar cierto disgusto. - Él es quien me encontró tirado en el bosque, el que encabezaba nuestro "equipo" en contra de esos espíritus, pero esos seres son lo de menos en comparación a él. – Me levanté de súbito, lo suficiente como para regresar a ver al erizo. Gran parte de mi cuerpo continuaba tendido sobre la cama. - El profesor Eggman es malvado, un ser del que no te puedes fiar en lo absoluto. ¿Ahora lo entiendes?
- En realidad, no era la respuesta que esperaba. – Respondió tímido, desviando la mirada. Me resultaba extraño verlo de esa manera, incluso me resultaba molesto.
- ¿Entonces qué respuesta esperabas?
- ¿Cómo es que terminó involucrándose ella en todo esto? La chica del bosque, ¿cómo se conocieron ustedes dos? Y, bueno… - Calló una última pregunta, bajando la mirada. No se mostró muy convencido de hacerla, por lo cual simplemente respondí a las otras dos.
- Entiendo. – Dije sentándome, tranquilizándome, manteniéndome serio. – Su historia no es muy distinta a la mía, pero ella no se encontraba al borde de la muerte cuando se conocieron, sólo estaba en gran peligro. Yo estuve ahí cuando la reclutó. O bueno, cuando ella le ofreció su libertad a cambio de nada.
- ¿Me contarías cómo fue?
- Vomitaré la historia, pues no es algo que medite mucho, así que si no entiendes algo allá tú. – Primero, recordé la escena para mis adentros. Conforme visualizaba algo, hablaba y hablaba, y con suerte sería claro. No se me daba contar cosas, pero bien, lo intentaría. - La perseguían dos de esos seres y ella estaba perdida en el bosque. Yo estaba afuera, tomando aire. Bueno, no, en realidad me encontraba rompiéndome la cabeza pensando. Tropezó apenas a unos metros frente al laboratorio del profesor. Al verla enredada en aquella situación, la di por muerta, pero igual decidí interferir. Esos sujetos eran particularmente especiales, un par de pandas que eran apenas unos niños, pero lo creas o no incluso yo temí por mi vida al enfrentarlos. En esos tiempos era yo quien usaba la espada, pero no lograba cortarlos con ella. Eran oponentes en verdad peligrosos, peleaban con una gracia envidiable. – Me interrumpí al ver su rostro confundido. - ¿Alguna duda? ¿O acaso no soy claro?
- No, tranquilo, sólo tengo una pequeña duda. ¿De qué espada me hablas? ¿Acaso era esa misma que buscaban esas aves en Jewel City?
- Exactamente. – Me crucé de brazos y asentí.
- ¿Tiene algo de especial? Bueno, creo que eso ya lo confirmé con mis propios ojos. – Se respondió a sí mismo, acompañado de una de sus clásicas risitas de bobo. - La pregunta es, ¿por qué?
– En resumidas palabras, se supone que la espada es el única arma que se conserva de los tiempos de aquellos espíritus, de un teniente de nombre Hamadi. O bueno, eso es lo que sé por palabras del profesor Eggman, quien cree que todos estos seres que merodean por el mundo murieron a manos de esa espada. Bien, no me preguntes por qué, pero él sostiene que, si pudo eliminarlos en el pasado, puede eliminarlos en este presente. Lo peor del caso es que, con el tiempo, me he dado cuenta de que tenía razón. Esa espada contiene algo de extraordinario, al igual que esas criaturas, y sirve bastante bien para combatirlas.
- Pero hay algo que no cuadra. – Interrumpió acercándose a mí, cruzándose igualmente de brazos. – Si es cierto que ese sujeto era de un cargo altísimo, y todos ellos murieron específicamente ante el filo de esa espada, ¿cómo explicas que haya civiles entre los espíritus que vemos? O bueno, al menos esos tres tucanes no tenían pinta de haber estado involucrados en guerra.
- Ni ese par de niños, ni muchos otros con los que me he topado. También he pensado en eso, pero no importa cuánto lo piense y qué tanto sentido me haga, no es como que pueda confirmar que estoy en lo cierto. Lo único que sé es que nos referimos a seres que vivieron en una época fatal. En las condiciones en las que vivían, según tengo entendido, no me sorprendería enterarme que los ciudadanos actuaran como animales por supervivencia.
- Tal vez la espada conserve algo de la esencia del tal Hamadi.
- No soy la persona indicada para responder.
- Entiendo. – Sonic se dejó caer contra la cama, soltando un suspiro. Hice lo mismo que él. No soportaba teorizar sin fundamentos, peor sin respuestas. – Continúa.
- Sin darme cuenta, ya me tenían contra un muro entre los dos. Casi sin oxígeno, alcancé a pedirle a esa inútil que tomara la espada y los atacara con ella. Poco importaba si sabía usar un arma o no, con que el filo los tocara bastaría. – Recordaba a esos mocosos a la perfección, tenían de los rostros más terribles que haya visto alguna vez. Estaban decididos a matarnos, no porque quisieran la espada o porque Miracle les hubiera hecho algo. No, eran de esos espíritus que destruían para pasar el rato. - Fue la primera vez que vimos a la espada actuar de forma inusual y confirmamos ese día que, en efecto, era especial. Bueno, no. Yo supe que la espada era especial mientras que el profesor Eggman creyó que la niña era especial y le pidió que se nos uniera. No tuvo que recurrir al chantaje para que aceptara, y a partir de entonces nos volvimos, sorpresa sorpresa, parte del mismo equipo.
- Pero… es bastante joven, ¿acaso no es apenas una niña? – Cuestionó con dificultad, quizá tratando de recordar su rostro.
- Es verdad que el rostro de Miracle es bastante tierno, pero no, ella apenas es algo menor que tú. Si no me equivoco, también tiene dieciséis años… ¿Tienes dieciséis años, verdad?
- Espera, ¿te acuerdas más de su edad que de la mía? ¿Qué acaso no la odias? – Sonic me vio al rostro con desconcierto, yo sólo reí al verlo así. Me entretenía, aunque no entendía por qué era de su interés.
- No la odio, sólo la detesto. – Respondí desviando la mirada, soltando un suspiro de fastidio. - No me gusta el término odiar, implica conferirle tiempo a una persona, y ella no se merece mi tiempo. Por eso el profesor Eggman es otra cosa. A él sí lo odio, y odio todavía más la idea de desperdiciar mi tiempo pensando en él, aunque sea para detestarlo en silencio.
- No te gusta pensar en la gente, ¿verdad?
- Entre menos piense en la gente, mejor. – Le di la espalda. Seguía recostado en la cama, con los ojos cerrados. El tema se estaba desviando, y aunque quería aprovechar la ocasión, reanudé. - El profesor Eggman sabía demasiado, no me fío de la gente que sabe demasiado. Me contó bastantes cosas con el único propósito de burlarse de mí, y a Miracle le ocultó absolutamente todo. Ella no sabe nada. Cuando comprendió que ella no tenía absolutamente nada de especial, en vez de simplemente sacarla de la operación, prefirió seguir con su jueguito. Le hacía creer que era vital para la misión haciéndola ir en busca de información que él ya sabía de antemano. Sólo juega con nosotros. Él es quien está detrás de todo esto. No sé cómo o por qué, ni tampoco es como que quisiera saber. – Agarré la almohada y la coloqué sobre mi cabeza. Presionaba más conforme hablaba, ya no quería escuchar. – Sólo quiero que me dejen en paz.
- Shadow… - Me asusté al abrir los ojos y ver que se había cambiado al otro lado de la cama, su rostro frente al mío. - ¿Sabes? Cuando nos conocimos, te dije una de las más grandes verdades de la vida. Seguramente no la recuerdas, pues te desmayaste cuando la dije. – Esbozó una sonrisa, desviando la mirada por unos breves instantes. Él se encontraba apenado, pero yo lo estaba todavía más al escuchar sus palabras. Una parte de mí tenía curiosidad, quería que me sorprendiera, pero otra desconfiaba. – “Calma… Aquí estás a salvo.”
- Qué niño eres. Definitivamente lo recuerdo. – Respondí sentándome, desviando la mirada. No quería que me viera, pues no pude reprimir una pequeña sonrisa. Él chico podía llegar a ser tan tonto que me divertía más de lo que me hartaba. – Pero no le di importancia.
- Yo tampoco creí que fuera tan importante en aquel momento, no te conocía. – Se sentó a un lado mío, correspondiéndome la sonrisa. – Pero ahora lo hago. Sé quién eres, y definitivamente no dejaré que nada malo te suceda. Eres libre, Shadow.
- No lo entiendes, ¿verdad? No, claro que no lo entiendes. – Para mi sorpresa, había mantenido mi sonrisa hasta este punto, había podido hablar sin trabarme, sin dudarlo. Pero pronto lo pensé y mi sonrisa desapareció al instante. Ya no se había sumergido tras un rostro frío. En mi mirada sólo se podía ver angustia, un gran temor que me impedía hablar. - He estado balbuceando todo el día que no te lo he dicho. Yo no soy libre como crees. – Verlo al rostro lo hacía todo más difícil, él se mostraba sumamente desconcertado, temía por mí.
Con dedos torpes, finalmente logré quitarme la chamarra que traía puesta, dejando completamente expuesto mi pecho. Se mostró sumamente sorprendido al deparar en la enorme cicatriz que recorría desde mi pecho hasta mi brazo.
– Antes creía que era esclavo de mis raíces, de esa maldita Downhood que hizo de mí un ser desesperanzado y desdichado. Lo soy. Pero eso no es lo que en verdad me importa.
- No… no te entiendo, Shadow.
Cerré los ojos. Ya no quería verlo. La habitación se vio inundada por un silencio abrumador, al menos para el erizo, yo ya no recordaba lo que era un momento de entero silencio. Seguía sin poder, era difícil. Me odiaba, ahora me odiaba a mí mismo por estar dando tantos rodeos. Finalmente me atreví y lo rodeé con mis brazos, acercándolo a mi pecho. Contenerme parecía imposible, mis ojos me traicionaban, pero conseguí ignorar esta terrible pesadumbre e inundé a Sonic en mi silencio.
Al principio, el erizo no hizo nada. Sentí cuando puso sus manos contra mi pecho, le temblaban. Se pegó a mí todavía más.
- Shadow… ¿Por qué puedo escuchar tu corazón latir tan violentamente? – Sonic se alejó de súbito, casi de un empujón. Sus ojos estaban bien abiertos, él seguía temblando y había alzado la voz, desesperado, como nunca lo había escuchado. - ¡Ese no es un latido! ¡Por qué suena así! ¡Por qué es distinto! – Bajó la voz, bajó la mirada.- ¿Qué son esas terribles manecillas que suenan tras tu pecho?
- Eso, mi querido Sonic, es mi tiempo contado. – Respondí soltando un suspiro, sosteniendo una ligera sonrisa, seguramente de resignación, colocándome una vez más mi chamarra y abotonándola. – No puedes escuchar mi corazón porque yo ya no tengo uno.
- Eso… eso es obra del profesor Eggman, ¿verdad?
- ¿Y esa… esa fue la terrible propuesta que te hizo? – Volvió a subir la voz, casi volviéndose un grito al terminar su pregunta. Sonic se abalanzó una vez más sobre mí, pero no para escuchar nuevamente. Esta vez fue él quien me atrajo a su cuerpo, rodeándome con sus brazos y presionándome con sus manos, acercándome lo más que pudo.
Estaba confundido, él no era quien tenía un reloj por corazón, él no era quien tenía su vida limitada. Un momento yo era quien tenía el malestar, y ahora él se encontraba peor que devastado. No lo comprendía, y me fastidiaba su actitud.
- No seas ridículo, erizo, no es para tanto. – Dije en un intento por tranquilizarlo, igualmente tratando de alejarlo, me desagradaba tenerlo tan cerca. Lo que temía, empezaba a ganarse confianza conmigo.
- ¡Cómo que no es para tanto! – Pero había logrado lo opuesto a tranquilizarlo.
- ¿Quieres escuchar la cruda realidad? Bien, te la diré. – Lo tomé de las muñecas y lo aparté de mí. Su semblante de desesperación había sido reemplazado por uno más bien tímido al verme ahora molesto. No estaba molesto con él, estaba molesto con los recuerdos. – ¡Cómo hubiera preferido que me dejara morir en aquel momento! Estaba a nada de irme cuando decidió jugar al científico loco conmigo. No podía moverme, no podía hacer nada. Cuando finalmente desperté en su tétrico laboratorio, ingenuamente pensé que se trataba de un milagro. Y eso me quiso hacer pensar. Trató de convencerme con una infinidad de mentiras maravillosas, y cuando comprendió que no me uniría a él, que no era de mi interés en lo absoluto, finalmente me dijo la verdad. Me enseñó un despreciable artefacto, el que es capaz de controlar mi corazón desde afuera. Él lo tenía previsto. Si me negaba a hacer lo que me pedía, de nada le serviría y me desecharía, tal como lo harías con un juguete que ya no quieres. ¡Qué mejor chantaje que chantajearme con mi propia vida!
Me dejé caer contra la cama una última vez, ya no sabía si tendría las agallas para levantarme una vez más y ver al erizo. Mi rostro ardía de vergüenza.
- ¿Pero por qué a ti? ¿Acaso eres el único? ¿Qué gana contigo? ¡No puede forzarte! – Lanzaba pregunta tras pregunta, sin siquiera tener en claro qué rayos era lo que en verdad quería saber. - ¿Por qué tú?
- Me corrijo. Definitivamente vio algo especial en mí. Más bien, lo escuchó. ¿Sabías que mi nombre es muy sonado en Downhood? Lamentablemente, soy una leyenda absurda. – Le di la espalda al erizo nuevamente, ocultando mi rostro contra la almohada. – A la final, no dejo de ser tan común como los demás.
Hubo un largo silencio. En realidad, no sé qué tanto duró. Lo único que podía escuchar era mi propia voz, mis propias palabras, soy el esclavo del profesor Eggman.
- Eso es mentira, Shadow. Te duela aceptarlo, o lo que quieras refutar, sí eres un ser extraordinario. – Dijo Sonic levantándose, todavía permaneciendo a mi lado, preparándose para uno de sus clásicos discursos de héroe aficionado. – No sabemos cuánto tiempo tenemos, cierto, pero tampoco permitiremos que ese loco científico sepa cuánto tiempo te queda. Se lo arrebataremos y te prometo que podrás seguir viviendo.
- ¡Vaya, Sonic! Hasta en el peor de los momentos sabes cómo hacerme reír. – Era verdad, no pude contener una carcajada al escuchar sus absurdas palabras. - ¿Qué te hace pensar que lo lograremos? ¿Iremos amablemente a pedírselo? ¿O lo mataremos y esperaremos curiosos al momento en que la batería interna se desgaste? ¿Por qué lo lograríamos?
- Porque nadie lastima a mis amigos.
En contra de lo que esperaba, esta vez no pude reír. Tampoco me desagradó su comentario del todo, únicamente me sorprendió, al menos los primeros instantes. En breve, una mueca se formó en mi rostro.
- ¿Amigos? ¿En verdad todavía tienes la absurda idea de que tú y yo somos algo más que conocidos? – Me levanté igualmente de la cama, quedando en el lugar opuesto, frente a él. – Escucha, si te dije todo esto, fue por un arrebato de temor, admito que caí en una debilidad. ¡Ahora me arrepiento tanto! Pero bueno, lo hecho, hecho está y nada gano lamentándome.
- Lo que yo lamento es que pienses así. – Me interrumpió de súbito, dando un paso al frente. - ¿Porque sabes algo? Yo no me retracto en lo absoluto de lo que te he dicho. – Su mirada resultaba más penetrante que la mía. Era verdad que su rostro resultaba mucho más fino que el mío, pero su convicción le daba mayor fuerza, consiguiendo silenciarme. – No permitiré que nada malo te suceda.
Me dejó sin palabras, ¿qué le podía decir? Pero el silencio no duró mucho, fue interrumpido por un molesto beep. Nos costó localizarlo, no se diga darle importancia, pero grande fue mi impacto cuando confirmé que provenía de mi pecho. El erizo se asustó, pero pronto se tranquilizó al confirmar que el sonido era producido por un viejo comunicador que jamás había dado uso. Naturalmente, yo más bien me había alarmado, ¿quién más tendría alcance a este tedioso reloj? Apreté absolutamente todos los botones, dudando de qué era lo que en verdad quería lograr, si encenderlo o apagarlo. Finalmente calló, dando entrada a una llamada.
- Cuánto tiempo sin hablar, mi querido amigo…
Escuchar esa voz, tan inesperadamente, tan confiado… se me heló la sangre. Apenas pude dirigirle una mirada al erizo, quien comprendió al instante la situación.
- Vamos, sé que me escuchas, y más te vale escucharme. – Soltó una de sus clásicas carcajadas que conseguían aturdir a cualquiera que la escuchara. – Necesito una respuesta, Shadow, no puedo sólo seguir hablándole al viento. Se trata de un intercambio; la esmeralda por la libertad.
- Sigue hablando, Eggman, te escucho. – Mi respuesta fue bastante acelerada. Pero si yo no hablaba ahora, el erizo, quien había brincado a la cama, hubiera interferido, y lo que menos hubiera querido hubiese sido que supiera que me encontraba con alguien más.
- No te emociones tanto, erizo, que podrías desilusionarte. Esto más bien es una prueba, tengo mucha curiosidad.
- No me interesan tus intenciones, me interesan los detalles del intercambio.
- ¿Darías lo que fuera por tu libertad, verdad? – Volvió a reír. – Pero no hablo de tu libertad, Shadow. No seas absurdo, esa es mía por derecho divino. Hablo de la libertad de tu pequeña amiga, Miracle. – Mi vista se nubló por unos instantes, dejé caer el comunicador al suelo, apenas podía seguir escuchando. Él la tenía, la tenía ya no como un perro, pero como un conejillo de indias. – Es sencillo, la esmeralda por su libertad. No tardes mucho, sabes lo impaciente que puedo llegar a ser. – Una última carcajada, no le di tiempo de colgar cuando con el pie destruí el viejo artefacto sin chistar, sin poder evitar hacer una mueca y dejarme caer contra la cama, cubriéndome el rostro.
- Es mi culpa, es mi culpa, es mi culpa. – Repetí, atropellando las palabras, forzando mis ojos a cerrarse lo más que pudieran.
- No pienses así, Shadow.
- ¡Cállate! – Interrumpí sentándome de súbito. – Sabía que enviarla resultaría en algo malo para ella, pero ahora que ha sucedido… ¡Agh! – Me dejé caer contra la cama nuevamente.
- ¡No pierdas tiempo lamentándote, Shadow! ¡Tenemos que ir a rescatarla! – Dijo tomándome del brazo, obligándome a levantar una vez más. Su rostro se veía sumamente serio.
- No me lamento, y no pienso ir por ella. Es su culpa por ser tan tonta.
- ¿Y lo que decías momentos atrás? ¿Que era tu culpa? ¿Tu culpa por qué, Shadow?
- ... Porque yo sabía que le esperaba algo malo al volver, pero ahora que ha sucedido, bueno...
- ¿Bueno? ¡Habla, Shadow, habla!
- ¡No me apures, erizo! - Forcé mi brazo libre de su mano, mirándolo al rostro sumamente irritado. - No era motivo para dejarla en mi situación, odiaría saber que le di al profesor un nuevo juguete con el cual pueda experimentar…
Esa era la verdad. No lamentaba haber mandado a Miracle a esa base, sola, pues tarde o temprano tendría que enterarse de la fría naturaleza del profesor Eggman. Lo que en verdad me pesaba, una traición a mí mismo, era pensar que había guiado a alguien por el mismo sendero del cual siempre quise escapar.
- Tenemos que volver, Shadow. - Me sacó de mis pensamientos con su voz suave. - Si tú estuvieras en esa situación, el miedo no sería nada e iría en tu rescate sin dudarlo ni un sólo instante, porque eres mi amigo. Y Miracle es tu amiga.
- De nuevo con tus estupideces en el peor de los momentos. – Caminé unos cuántos pasos al frente, con la mirada gacha. Permanecí meses en ese lugar impidiendo que experimentara con ella, y en un lapso de furia fui yo quien se la entregó. - No lo hago ni por ti ni por ella. - Me lo debía a mí mismo.
Me encontraba en la puerta al decir aquello último, regresando a ver al erizo tan sólo por unos instantes. Pude ver cómo una gran sonrisa se dibujaba en su rostro, pero lo ignoré al instante y salí de inmediato de esa habitación. En algo tenía razón, no teníamos tiempo que perder en lamentos. Aunque eso yo ya lo sabía de antemano.
No reflexionaba en aquel momento, y así lo prefería. Si lo hacía, daría marcha atrás al instante. Era una locura pensar en devolverle aquella esmeralda, limpiar el desastre de Miracle, y enfrentar una última vez al profesor Eggman.